Y sí, en efecto, Catar ha levantado la Copa Asia 2019, que es el campeonato de nacionales de aquel continente y lo ha hecho en casa del ahora «enemigo eterno», los Emiratos Árabes Unidos, eliminándoles en semifinales con un seco 4-0. Luego, un 3-1 contra el archi-favorito Japón les dio el título.

La selección de Catar era, en diciembre de 2018, la número 94 de la clasificación FIFA, muy lejos de la mayor parte de los equipos que partían con más posibilidades de vencer. Sin embargo, desde que la Copa del Mundo le fue otorgada, con todos los problemas que hubo y los que siguen coleando, el 2022 estaba grabado en fuego para los cataríes.

Catar tiene 2,7 millones de habitantes pero solo 300.000 tienen la nacionalidad y eso deviene un problema cuando se quiere competir, no con gas o petróleo sino con personas porque, aparte de la falta de historia futbolística, se añade el poco número de población donde elegir.

Sin embargo, Catar creó la Academia Aspire, donde jóvenes del país pero, y he ahí el problema, también de otros, donde se forman deportistas desde 2004, a la par que se les educa. Y ya en 2014 Catar ganó el sub-19 asiático teniendo a todos sus componentes provenientes de Aspire y, ahora, en la Copa de Asia ganada, más de la mitad de aquéllos campeones lo han sido también con los mayores.

Es decir que se está haciendo un trabajo adecuado, bajo la supervisión del entrenador español Félix Sánchez, con el fin de hacer un gran papel en el Mundial 2022. Pero, no todo es oro lo que reluce y en esta copa de Asia, los Emiratos, que fueron eliminados en esas semifinales han protestado ante la Confederación Asiática y se esperaba una decisión de su comité disciplinario porque, supuestamente, dos de los jugadores vencedores, Ali Almoez y Basam Al Rawi, no deberían haber podido participar por no tener la nacionalidad catarí.

Este asunto ya trae cola, porque el subcampeonato del mundo de balonmano, obtenido en 2015 por el equipo de Catar, lo fue con 14 jugadores nacionalizados, uno de ellos español. Ahora no se trata de nacionalizados sino que se dice que son cataríes de origen y que no hay trampa ni cartón. En el balonmano pudieron jugar tantos croatas, montenegrinos, franceses, españoles o cubanos porque las reglas son diversas, pero en fútbol, no se puede jugar con dos equipos nacionales salvo reglas muy estrictas.

Aquí, se sabe que Ali nació en Sudán y que Bassam lo hizo en Irak, pero las autoridades cataríes dicen que sus madres nacieron en Catar y que, por lo tanto, están de acuerdo con las reglas de FIFA, que permite la nacionalidad deportiva de quien nació en el país o si algún progenitor o abuelo nació en dicho país. Aquí las dos mamás parece que nacieron en Catar€

Lo que es cierto es que hay seis jugadores nacidos fuera de Catar y eso levantó sospechas, sobre todo de esos dos futbolistas pero la comisión disciplinaria de la AFC ha dictaminado que no existe problema alguno y pudieron jugar la final contra Japón. No obstante esa decisión, el rumor sigue ahí y seguirá hasta el Mundial de 2022, porque sin duda aparecerán más dudas y, quizá más jugadores en situación delicada. Sobre todo, teniendo en cuenta que Ali Almoaez ha sido el máximo goleador de campeonato de Asia, con 9 goles, batiendo un récord histórico.

Sin duda, la metodología de la Academia Aspire, el buen hacer de los entrenadores españoles, con Félix Sánchez a su cabeza, y las cesiones a equipos españoles (la Cultural Leonesa) o belgas (Eupen) propiedad de Aspire, han sido y serán buenos fundamentos para mejorar, pero Catar estará en el ojo del huracán, ya que un Mundial es el mayor escaparate y el control será mayor, sobre todo si su selección pasa eliminatorias.

En fin, que Catar ha conseguido crear de la nada (bueno, con el dinero que da su subsuelo, que es mucho) un deporte casi inexistente. Veremos si tanta inversión da el mismo resultado en el Mundial como en la Copa de Asia, pero uno no deja de pensar en cierta artificialidad. Es quizá el momento de (re)leer «el Golem», de Gustav Meyrink, una fábula sobre la creación de un ser superior.