La comisión anticorrupción del Congreso de los Diputados se cierra dos años después de su creación. Un informe ha emitido. Un papel en dos años. A ese ritmo, si tuvieran que escribir una novela tardarían cuatro siglos por lo menos. La tal comisión nació con altas expectativas. Las ha defraudado todas. Pero ha cumplido con su misión, dado que ya saben que cuando no se sabe qué hacer con un problema se crea una comisión. Todos los partidos han estado representados y la ha presidido Toni Cantó. Espero que la corrupción no se repita, dijo el diputado de Cs en la despedida. Pues hijo, no será por el trabajo de tu comisión. Un papel. Un informito. Ni un palo al agua. Ni un golpe en una pelea. Diputados flojos, comisión huera, problema no resuelto. Han evacuado unas recomendaciones, el citado informe, pero nada más.

En el asunto que nos ocupa, la corrupción, hay una sola recomendación que hacer, ya la hago yo sin necesidad de ser diputado ni de crear una comisión: no roben. Con hacer una ley adecuada para financiar los partidos también iría bien todo. Leo que la comisión anticorrupción, al verse sin capacidad legislativa, decidió crear una subcomisión. Imagino que ésta crearía una sub-subcomisión y así podrían seguir hasta el infinito, como esas células que se van dividiendo y dividiendo y así multiplicando.

El último hito de la comisión fue recibir la comparecencia de Carmen Calvo, aunque mejor habría sido recibir a los que organizaron la mangancia en el PP, su financiación irregular. O los del asunto de los ERE en el PSOE. No sabemos si en las nuevas Cortes habrá de nuevo comisión, parece que no. Corrupción sí habrá, con total seguridad. Los partidos tampoco se ponen de acuerdo sobre el código ético y según les convenga dicen si un alto cargo ha de dimitir llegada la citación como investigado o bien una vez dictada sentencia. La que sí está vista para sentencia es la legislatura, aunque Sánchez promete seguir gobernando vía decretos mientras que la oposición promete convertirlo todo en campaña. Los partidos realizan actos de campaña, fichan gentes de renombre para sus listas u organizan mítines para que sus dirigentes salgan esbeltos en los telediarios. Menos Pablo Iglesias, que sigue cambiando pañales con los sondeos en contra. Tiene más vacaciones que un jubilata nórdico. No está y se le espera.