Víctor daba en la diana. Mañana será un día esplendido en que muchas mujeres se sentirán reconocidas, al menos, en su lucha cotidiana por ser tratadas de manera justa e igualitaria. Pero volverá a ser de nuevo y en campaña electoral una oportunidad para consignas interesadas con sesgo partidista. Ponía el foco Víctor A. Gómez ayer en el periódico en alguna pregunta más interesada que interesante que se hizo en la rueda de prensa del Festival de Málaga con los protagonistas de la Sección Oficial. Es verdad, hay pocas directoras y productoras en las películas participantes en esta 22ª edición.

Sobre ese dato se podría responder que hay más hombres que mujeres -y esto al margen de la condición sexual de cada una de esas personas, que no tiene por qué ser, obviamente, la de heterosexual- a los que les gusta más hacer cine o participar de esa industria. Esa respuesta, sin embargo, hay que ponerla en la cuarentena de un contexto histórico que ha sido muy desfavorable al derecho de la mujer a elegir su oficio y beneficio en la vida. Luego, tiene mucho sentido pensar que esta disparidad de género en determinados oficios es aún la consecuencia de un proceso de inclusión en derechos y deberes y, lo que es tan importante o más, de esquemas morales y costumbre que pesan sobre la condición femenina como un lastre a la hora de alcanzar velocidad de crucero, hombro con hombro, en la carrera de las oportunidades con el hombre. Pero, poner la lupa de la consigna como uso habitual en todo, incluso hasta el punto de obligar a las mujeres a ser fumadoras o camioneras porque siempre lo fueron sobre todo los hombres, no sólo es una tremenda estupidez, es una agresión paternalista o maternalista a su libre capacidad de elección -y a su salud, claro, en el caso del tabaco, ejemplo excesivo que pongo para provocar la comprensión y la respuesta del generoso lector o lectora-

Por fin hay números que suponen el mejor lazo morado que la sociedad, toda, se puede colgar con orgullo. Más de la mitad de las mujeres de entre 25 y 29 años tiene estudios superiores, superando en un 11% a los hombres. Las chicas abandonan menos el instituto. Son mejores en Bachillerato, en FP y terminan más y mejor lo masters. Estos y otros datos los aporta el Informe de Igualdad en Cifras que acaba de publicar el Ministerio de Educación y Formación Profesional. Es verdad que el mercado laboral sigue desequilibrado y que en una parte del sector privado -que no en los empleos públicos, ojo- sigue costando conseguir el mismo reconocimiento salarial a igual categoría laboral entre mujeres y hombres. Y también es verdad que hay más hombres que mujeres en carreras técnicas y científicas. Pero a mi bebé lo trajo al mundo hace hoy dos meses una ginecóloga. A mi primer hijo lo trajo otra hace 8 años en el Materno Infantil de Málaga. Y la persona que les cuida a ambos en el centro de salud es una pediatra. Como también fue médico la protagonista de la película que cerrará la sección oficial de este Festival, "Insumisas", del cubano Fernando Pérez. Su nombre fue Enriqueta Faber, pero atendía a sus pacientes en Baracoa como Don Enrique, vestido de hombre para poder ejercer en aquel siglo XIX una profesión prohibida a la mujer. Don "Enrique" se casó con Juana León, una mulata que también hubo de enfrentarse a un proceso del que se conservan las actas. Todo aquello se tropezó con la tragedia, como también narró el escritor Antonio Benítez Rojo en su libro 'Mujer en traje de batalla' (Alfaguara, 2001). Y aunque queda camino por recorrer, parecer hoy más indignado que entonces tampoco es ajustarse a la realidad. Que ninguna conciencia machista nos impida ir con las mujeres de la mano, personas iguales y distintas unas al lado de las otras. Y que ninguna consigna interesada o partidista las obligue a caminar siempre delante con la amenaza de, si no "fuman" más que sus padres, no tratarlas como a mujeres de verdad.