Se va el Carnaval y no nos hemos disfrazado de nada. Un nuevo fracaso vital. Mira uno con envidia a esos que se visten de botellín de cerveza, de buzón, de bucanero o de lámpara. Disfraces. Albert Rivera se ha puesto el traje de liberal, Iglesias se ha escondido tras los pañales y Sánchez toma el traje de escriba para dictar decretos. Todos llevan máscara, que es por cierto el título de un estupendo libro, un diario, de Laura Freixa. Dijo de él Rosa Montero que «se lee con fascinación». Entramos en cuaresma y uno ayer, Miércoles de Ceniza, veía por el Centro a la gente salir de las iglesias con la marca en la frente, aliviadas tras el rito, buscando un café reconfortante, refugiándose de un cielo que con lluvia amenazaba luego de unos días radiantes.

El Carnaval es ya un atavío de arzobispo guardado en un cajón, con su mitra, anillo y báculo. Cada vez que alguien dice que no se puede en esta época comer carne me acuerdo de los palitos de merluza que daban en el colegio. Una vez vi un reportaje en el que afirmaban que algunos de esos palitos estaban hechos en realidad con pescado de mala calidad. Espero que no fueran/sean lisas, que son peces igualmente llamados lizas y que se alimentan de detritus. Lisa era también una figura de la mitología griega que encarnaba la ira. Uno ha dejado ya de ver esos documentales y ahora está abducido por los de alienígenas. Tienen un estribillo común: «Según la teoría de los antiguos astronautas», bla, bla. Tómese el bla como un etcétera y no como un sinónimo de rollo. Rollo macabeo o rollo patatero.

A cierta edad hay que huir de los rollos. Yo antes aguantaba, pero ahora cada vez que empiezan a contarme un rollo me doy la vuelta o me pongo a pensar en mis cosas. El otro día me estaban contando un rollo de tal magnitud (y longitud) que me dio tiempo a pensar en el planteamiento de una novela, incluso en el nudo y casi, casi, en el desenlace. Los documentales sobre alienígenas son ideales para conciliar el sueño. No he visto disfraces de alienígenas en el Carnaval, aunque de constante veo a mi alrededor a gente que está en la luna, que es como de otro mundo o que dice cosas que le hacen parecer extraterrestre. El año que viene me disfrazo. A lo mejor de pincho de tortilla o de teléfono, tal vez de espadachín o de policía montada del Canadá. Así tendré asunto para una columna carnavalera pero de verdad. Columna con máscara.