Un año más, este 8 de marzo las mujeres de todo el mundo sin distinción de edad, ideología política, procedencia o condición estamos llamadas a reivindicar la igualdad en el Día Internacional de la Mujer.

Aún tenemos grabadas en la retina las movilizaciones del pasado año, un punto de inflexión que generó un despertar masivo de conciencias ante la realidad de que muchas mujeres sufren discriminación y violencia por el mero hecho de ser mujeres.

A pesar del camino que aún nos queda por recorrer, España es un país que ha avanzado a pasos agigantados en los últimos 40 años: la igualdad entre hombres y mujeres es una obligación constitucional sobre la que se basa la sociedad democrática por la que tanto hemos peleado, y el Estatuto de los Trabajadores establece que a igual empleo y responsabilidad, el salario habrá de ser el mismo sin importar el sexo de la persona empleada.

Sin embargo, desde mi posición como madre, profesional y política soy consciente de las dificultades a las que muchas mujeres nos enfrentamos día a día.

La brecha salarial es una lacra que perdura en la sociedad. Si nuestros predecesores establecieron las bases de la paridad, nosotros tenemos la responsabilidad de hacerla efectiva. Es una tarea en la que debe comprometerse toda la sociedad a través del diálogo social entre instituciones, actores políticos, empresarios y representantes de trabajadores.

A la altura de este objetivo está también la creación de empleo.

La última Encuesta de Población Activa del INE exponía que las mujeres en edad de trabajar encuentran más dificultades para acceder al mercado laboral que el hombre, con una tasa de paro 4 puntos superior.

La libertad y la propiedad son inseparables. Fue el acceso al mercado laboral lo que permitió a la mujer conquistar las cotas de libertad que hasta entonces sólo disfrutaba el hombre. La independencia económica individual de la mujer es el medio por el que ambos sexos pueden vivir con plena igualdad, y en ese camino, la maternidad no debe suponer un coste de oportunidad.

Hoy después de 9 años trabajando en el ámbito público, sigo pensando que es vital garantizar la presencia femenina en todos los ámbitos: públicos y privados como el empresarial, el deportivo, el artístico, el científico, el tecnológico, y el académico. He asistido a demasiados foros de debate en los que soy la única ponente. Afortunadamente, se respiran aires de cambio. La ausencia de mujeres empieza a verse como algo anormal y se extiende la conciencia sobre el talento que no podemos dejar de lado.

En 2010 recibí el Premio a la Mujer Directiva de Andalucía. Este reconocimiento me hizo reflexionar sobre la necesidad de visibilizar a la mujer. Después de mi discurso, la política llamó a mi puerta. Mis últimas palabras fueron:

«Quiero dedicar este premio a las mujeres que cada día trabajan con humildad pero con dignidad, anteponiendo el interés general al interés particular, luchando por un mundo mejor, donde las posibilidades de acceder a puestos directivos no se deban a ser hombre o mejor, sino a méritos personales, y donde la conciliación laboral no sea renunciar a tus aspiraciones para cuidar de tu familia».

Paulatinamente estamos transformando actitudes machistas imbuidas en la cotidianeidad del lenguaje, las relaciones y el ocio. Una tarea que, enmarcada en el apropiado marco jurídico, debe contar con la colaboración cómplice de la sociedad. Es imprescindible entender la igualdad como una lucha que implica de forma transversal al sector privado, a los sindicatos, a las asociaciones de mujeres que trabajan día a día desde los barrios, al sector educativo, a los medios de comunicación, a la cultura y sobre todo a las ciudadanas y ciudadanos. La desigualdad y la violencia no son justificables bajo ningún concepto.

Es imprescindible seguir desarrollando actuaciones con propuestas de sensibilización adaptadas a los distintos grupos sociales, a las particularidades de cada territorio y a la realidad cambiante.

No olvidemos que todos los derechos que hoy en día damos por garantizados, fueron en su día conquistas sociales que todavía anhelan muchas sociedades contemporáneas. Debemos sentirnos orgullosos de lo que hemos avanzado, pero mucho más de todo lo que vamos a avanzar: el camino que empezaron a recorrer nuestras abuelas, que continuaron nuestras madres, y que vamos a seguir con nuestras hijas, y también con nuestros hijos.

*María del Mar Martín Rojo es Teniente de Alcalde delegada de Economía Productiva, Turismo y Promoción de la Ciudad