Anunciaba buenas vibraciones aquel concierto de piano a 4 manos y violín. No solo por el regreso a Marbella de la violinista rumana Clara Cernat y de su esposo, el no menos distinguido pianista y compositor francés, Thierry Huillet. A los que ya conocía por sus visitas musicales anteriores a mi pueblo, Marbella. En ese domingo de comienzos de marzo les acompañó otra espléndida pianista rusa, Katia Nemirovitch-Dantchenko. Descendiente de una muy ilustre dinastía de eminentes artistas.

Cuando tuvo la gentileza de anunciarme el nuevo concierto Yolanda Galeras, la presidenta de la Asociación de los Amigos de la Música de Marbella, ya camino del medio siglo de fecunda y densa trayectoria, me acordé del famosísimo cuadro del pintor tirolés Johann Nepomuk della Croce. El de los hermanos Mozart, Wolfgang Amadeus y su hermana María Anna, sentados disciplinadamente a cuatro manos ante el teclado de su piano, bajo la mirada de su severo y siempre exigente progenitor. Confieso que desde siempre he sentido cierta debilidad por las composiciones de piano 'à quatre mains', a las que asocio con inolvidables experiencias musicales, vividas sobre todo en Alemania y en Austria, las dos grandes patrias musicales de los siglos de oro.

Quizás por eso no me sorprendió en esa noche marbellí una nutrida presencia de melómanos de habla alemana entre los amantes de la música que llenaban el salón de conciertos del Hotel Don Pepe de Marbella. Entre otros buenos amigos, vimos a la condesa Sandra von Bismarck y al conde Rudolf von Schönburg, nuestro Conde Rudi. El legendario hotel marbellí está realizando obras y mejoras precisamente en la zona donde se celebran los conciertos. Como no podía ser menos, no hubo ningún problema. Dentro de tres meses cumplirán los 55 años.

Nos iluminó el alma Clara Cernat. Acompañando con su violín y su arte a los dos pianistas, en esta semana principal que se dedica a las mujeres que nos dan la vida, como aquella panadera de la Oda al Pan de Pablo Neruda. Antes de abordar el final del programa, Clara, en estado de gracia, recordó al público asistente -totalmente entregado éste a los artífices de una noche de magia pura- que Ravel compuso su Bolero como un homenaje a la mujer española.

También le correspondieron a Maurice Ravel los primeros honores de la noche con cuatro composiciones, fruto de fascinantes transcripciones para el piano a 4 manos del maestro Huillet. Seguidas por la Sevilla del maestro Albéniz y por una espléndida selección de obras fundamentales de Serguei Rachmaninoff. Como su potentísima Slava, inmensamente rusa. Y un Nocturne tan imprescindible como poco conocido de Georges Enesco (o Enescu, como le llaman en su Rumanía natal) además de una gloriosa Danse Macabre de Camile Saint-Saëns. Ya casi al borde de lo imposible.

Fue una gran noche, ya en las puertas de la cercana primavera y de la luz cenital de estas generosas latitudes. Gracias sean dadas a todos los que la han hecho posible.