Pensad en vuestras vidas, me dice la Catedral. En Málaga. También en la realidad que nos dejó esta capital milenaria; compartid emociones configuradas en unas existencias remotas e incluso imaginarias; en miradas hacia un amanecer con incertidumbre, donde nadie recuerda nada y todos nos observamos para alcanzar la pasión de la memoria.

Se eleva la ciudad y tú - taciturno en tu gesto- te enfrentas a una controversia que la quieren llamar progreso ¡Inquietante vocablo progreso! Vacuas palabras ocultas en el discurso de los saqueadores; especie quien ordena nuestro hábitat por medio de sus ambiciones crematísticas -modeladas y aprendidas-. Recapaciten sobre su testimonio.

Málaga se sienta en los jardines de la Catedral y observa junto a su reloj cómo le tergiversan su huella; campanadas palpitantes y dolientes de una historia aletargada y una nueva que no entiende. La Torre cumple su deber de vigía. El cronógrafo consuma su presencia y devenir. Gracias Málaga por advertirnos de tu gran soledad.

La urbe se siente indefensa. ¿Quién le pregunta a ella su querer ser? ¿Quién le habla en las madrugadas de silencio desapacible? ¿Quién la mira cuando está sola y responde con su brisa? ¿Quién la ama ahora? ¿Quién la recoge con la sonrisa de una madre a quien jamás olvidas en las tempestades de la subsistencia?

Recuerdo tanto a mi madre y me siento infinitamente pequeño. Ella es tan grande que cuando la miro es como mi ciudad: atractiva, elegante, generosa, con una sonrisa sempiterna y sabores del pasado, los cuales me hacen parecer único. Ella, como Málaga, siguen empeñadas en seguir dándome la vida. Podrían hablar más; sin embargo, esperan a que nosotros hallemos las respuestas tan anheladas. Te quiero Mamá. Te ansío Ciudad. Defendamos nuestra identidad. Salven La Mundial.