Se suicida la ciclista estadounidense Kelly Catlin, plata en los JJOO de Río 2016». Tenía 23 años, fue tres veces campeona del mundo, estudiaba ingeniería y tocaba el violín.

Luis Ocaña, Jesús Roldán, Robert Enke, Dimitri de Fauw, Agustín Sagasti, Chris Benoit, Aaron Hernández, Edwin Valero, Román Lyashenki, Jeffry Lawrence Alm, Erika Blasberg, Kochini Tsuburaya... fútbol, maratón, golf, boxeo, hockey, ciclismo... ¿Se puede hablar de algún factor común en todos ellos? Miedo al fracaso, excesiva responsabilidad, sobreesfuerzos...

Como entrenadora y psicóloga del deporte me preocupa mucho la capacidad que tienen los jóvenes de afrontar situaciones complicadas. En ocasiones montan unos dramas desmesurados. Suelen dar una importancia excesiva, sintiendo emociones completamente descontroladas, se agobian cuando se les acumulan los deberes y no me refiero solo al instituto, sino el deber de estudiar, entrenar, ayudar en casa o a su hermano pequeño.

Es muy importante que trabajemos los deberes más que los derechos desde que son pequeños y desarrollemos una cultura del esfuerzo sin esa percepción de sufrimiento o heroísmo tras conseguirlo. Los premios por aprobar asignaturas, poner la mesa o acompañar al hermano pequeño no deben ser materiales, sino familiares: cariño, reconocimiento, agradecimiento, todo en forma de detalles. Enseñar a preocuparse por los demás, sentirse bien por ayudar y no querer pedir siempre algo a cambio.

La inteligencia emocional es clave en el desarrollo humano, en la capacidad para conocerse y reconocerse, en la capacidad de sentirse influenciado o no y para adaptarnos de manera inteligente a un contexto determinado.

Las emociones forman parte de nuestro comportamiento y actividad mental, por tanto juegan un papel importante y FUNDAMENTAL en nuestra vida. Quizá gracias a una correcta educación podamos evitar trastornos depresivos, dramas aparentemente insuperables o trastornos afectivos.

Son las emociones las que influyen a la hora de tomar las decisiones, por eso es muy importante no solo pedir buenas notas a los jóvenes, sino correctas habilidades emocionales en su vida.

¿Cómo podemos trabajar la inteligencia emocional?

1. Reconociendo nuestros sentimientos y cómo estos nos afectan. Cuando me enfado no puedo hablar con nadie, cuando fallo dos veces pierdo la ilusión y las ganas de jugar, cuando me divierto me olvido de mis responsabilidades, antes de jugar me tiemblan las piernas, antes de un examen pienso que voy a suspender, cuando estoy jugando pienso que voy a perder, cuando me enfado me vuelvo agresivo y me descontrolo...

2. Regularnos emocionalmente para poder controlar las emociones sin que ellas nos controlen a nosotros. Encontrar estrategias para calmarnos, aprender de las situaciones para evitar momentos complicados, aprovechar determinadas emociones según la situación. Arriesgar más cuando me siento seguro, respirar antes de hablar, dormir para tratar determinados conflictos, hablar de manera positiva con uno mismo, trabajar la asertividad, no mantener conversaciones a la defensiva, no acusar sin control.

3. Siendo optimistas. Trabar la preocupación positiva, esto es preocuparse reaccionando con energía y motivación, evitar pensar en situaciones desfavorables o malas experiencias sino establecer nuevas metas y trabajar la constancia. Es muy importante que los jóvenes tengan iniciativa, decidan por ellos mismos y eviten el «me da igual o paso».

4. La empatía es fundamental para establecer relaciones de calidad. No solo está la opción de ponerse en el lugar del otro sino en la interpretación de las señales que las demás personas ofrecen para expresar sus emociones. Ayudar cuando se percibe que alguien está cansado, consolar la tristeza, acompañar la soledad, el silencio, la sonrisa, la mirada cómplice...

5. Aprender a relacionarse con todo tipo de personas. Aprender a tratar personas que nos sentimos identificadas y con personas que no sentimos afinidad. Gracias a la inteligencia emocional podemos pensar en las razones por las cuales las personas hacen comentarios negativos o críticas destructivas. Antes de pensar en el cómo nos sentimos, gracias a la inteligencia emocional podemos pensar en el por qué hace sentir de esa manera. Grita porque no ha dormido lo suficiente, se defiende por haberse sentido atacado, lo que ha dicho ha sido de manera impulsiva, miente por miedo, abraza porque se siente feliz...

Una persona desequilibrada tiene más riesgo de sufrir trastornos depresivos o afectivos. Trabajemos la inteligencia emocional y detectemos problemas cuanto antes para la posible solución a tiempo.