Narciso Michavila, presidente de GAD3, un acreditado instituto de opinión, es un sociólogo conservador de 54 años -hermano de José María Michavila, que fue ministro de Justicia de Aznar- que realiza sondeos periódicos para el ABC y La Vanguardia y que se ha erigido en uno de los críticos más severos de la gestión de Félix Tezanos al frente del CIS. Por eso su encuesta del pasado lunes provocó un ataque de nervios en la derecha política. Y el miércoles, dos días después, Pablo Casado afirmó -sin citarla nominalmente- que votar a Vox en las provincias pequeñas -aquellas que eligen menos de cinco diputados y en los que el sistema es más mayoritario que proporcional- sería contribuir a una victoria del PSOE y de la izquierda en las elecciones del 28 de abril.

Aznar dijo no hace mucho que Santiago Abascal, el líder de Vox, era un buen chico lleno de ideas y el propio Casado y allegados suyos -como Isabel Díaz Ayuso, la candidata a presidir la Comunidad de Madrid- han repetido que comparten muchas ideas de Vox. Ahora Casado quizás se empieza a arrepentir de haber legitimado a Vox, que con su potente irrupción -que reflejan todas las encuestas, no únicamente la de GAD3-, no sólo roba votos y diputados al PP, sino que puede impedirle llegar a la Moncloa tras las elecciones del 28A.

Michavila ha generado alarma porque su encuesta detecta que de febrero a marzo el tripartito de derechas había bajado del 49,7% del voto y 173 diputados al 47,4% y 161 escaños, con lo que se quedaría a 25 de la mayoría absoluta. Y el PSOE seguía subiendo (es una constante desde la formación del gobierno andaluz) hasta el 30,6% mientras Podemos frenaba su caída (ganaba un 0,3%).

El resultado era que la derecha, con el 47,4%, se quedaba en 161 escaños mientras que la izquierda, con menos votos, el 42,4%, la superaba con 164. Y el PSOE, con 134 diputados, se distanciaba del PP, que se quedaba en 87 tras bajar nada menos que diez en un solo mes. La causa era que Vox seguía robando votos al PP. Además, la encuesta también detectaba un descenso de Cs (2,5% en un mes), que se podía atribuir a una fuga de votos centristas hacia el PSOE. Naturalmente el 28A las cosas pueden muy distintas y la atribución del último escaño en las provincias pequeñas cambia con una pequeña variación de votos, pero la alarma ha sonado en los estados mayores de Casado y de Rivera. No en el de Abascal, ya que la caída de Podemos respecto al 2016 y la pérdida de empuje de Cs (pasa de 74 a 38 diputados entre diciembre y marzo) puede hacer de Vox -de seguir la tendencia- el tercer grupo parlamentario la próxima legislatura.

La conclusión es que si Narciso Michavila acierta y las cosas no se mueven, Pablo Casado no tiene posibilidad de llegar a la Moncloa porque no podría sumar nadie a los 161 diputados del tripartito de derechas. ¿Pedro Sánchez? Con 164 escaños podría, si ningún otro grupo se sumara a la derecha en el voto en contra. Tendría que cultivar las abstenciones.

¿Cuáles son las causas de fondo de este descenso del PP y de Cs, aparte de la irrupción de Vox y de la subsecuente partición en tres (no ya en dos) del voto de la derecha? La primera es que focalizar las críticas al PSOE, afirmando que la situación en Cataluña es explosiva, que es imprescindible otro 155 y que España está en peligro porque Sánchez está pactando con los "golpistas", ha legitimado el discurso de Vox ante las franjas más radicales o alarmadas del electorado conservador.

La segunda es que tanto la formación del gobierno andaluz, gracias al pacto con Vox, como la llamada conjunta del PP, Cs y Vox a la manifestación de la plaza de Colón para evitar la ruptura de España ha provocado un rechazo a la extrema derecha que moviliza al electorado de izquierdas a favor del PSOE. Y quizás también a una parte del electorado moderado o centrista.

Por otra parte, la exigencia del 155 para Cataluña y la bajada de impuestos -asuntos en los que se ha centrado la campaña de los tres partidos de la derecha- parecen menos atractivos para muchos ciudadanos que las medidas sociales -como la extensión del permiso de paternidad o las ayudas a los parados de larga duración de más de 52 años- que prometen los socialistas. Es más, al atacar los "viernes sociales" y criticar que estas medidas se tomen cuando ya están convocadas las elecciones, el PP y Cs se pueden estar equivocando. Porque contribuyen a publicitarlas y porque lo que muchos electores pueden creer es que se oponen a esas ventajas sociales, no a que se tomen en este momento.

Además, el conflicto catalán preocupa hoy menos a la mayoría, no a los que cambian el voto hacia Vox, de lo que los líderes del PP y Cs creen. En parte porque el voto de los independentistas contra los Presupuestos ha demostrado que el deseo de acabar con Sánchez ha sido el impulso dominante tanto en el separatismo catalán como en la derecha. Hasta el extremo de que han juntado sus votos.

También porque el inicio del juicio en el Supremo con total normalidad (y el mantenimiento por la Fiscalía de las acusaciones de rebelión) ponen de relieve que, a la hora de la verdad, el gobierno Sánchez no ha cedido a las peticiones expresas y reiteradas del independentismo. Y en el juicio se está viendo que, pese a que la acusación de rebelión parece excesiva, el Estado español ha reaccionado -no podía se de otra manera- contra quienes, amparándose en una mayoría parlamentaria, pero sólo el 47% de los votos, pretendían nada menos que saltarse las normas del Estatut de Cataluña y violar la Constitución del 78 que ha dado a España el más largo periodo de estabilidad política y normalidad democrática.

En octubre del 2017, cuando Mariano Rajoy y Pedro Sánchez llegaron a la conclusión, sin muchas ganas, como ha puesto de relieve el testimonio de Urkullu en el Supremo, en que había que aplicar el 155, la independencia de Cataluña inquietaba al 29% de los españoles y era una de las grandes preocupaciones, tras el paro y la corrupción. En setiembre del 2018 la independencia preocupaba ya sólo al 13%. Ahora, cuando Pablo Casado y Albert Rivera abogan por un 155 más duro y más largo y quizás indefinido, la independencia catalana preocupa sólo al 7,1%.

La alarma en la derecha política por la encuesta de Narciso Michavila está justificada. Pero en la derecha económica y el establishment debe ser mayor. ¿Y si al final resulta que el tan criticado Rajoy sabía auscultar la sociedad española -y leer las encuestas- mejor que los renovadores Pablo Casado y Albert Rivera que contaron con el aplauso del hoy silencioso Aznar?