EL BUS, LA PRESBICIA Y LA LUZ

El otro día, en el autobús interurbano de Zaragoza, luchaba yo a brazo partido con las letras de mi libro. Era una noche fúnebre, sin luna ni estrellas. La gente no se percataba de mi angustiosa situación. De vez en cuando, cuando veía que no podía más, levantaba la vista para respirar y me fijaba en la gente. La gran mayoría de ellos asesinaban marcianos a golpe de móvil. Otros mandaban WhatsApp de forma compulsiva y reían oblicuamente. Algunos charlaban con su compañero de viaje. Y otros, pocos por cierto, se comían la calle con los ojos. En ocasiones, cuando el bus paraba y se abrían las puertas para permitir que unos bajaran y otros subieran, las luces se intensificaban. En esos breves momentos, mi lucha cesaba y yo vencía a las letras y las doblegaba y las sometía y las subyugaba. Fue entonces cuando pensé de forma descarnada: «Quizás si pusieran mejor iluminación en los autobuses interurbanos, los que tenemos presbicia, podríamos leer sin jugarnos la vida en el intento...»

Venancio Rodríguez SanzMálaga

Crímenes religiosos

Todavía no nos hemos repuesto del horror que nos produjo el que una madre matara a sus hijos pequeños en Godella porque los creía endemoniados. Encima, nos ha llegado de las antípodas, Nueva Zelanda, el asesinato de medio centenar de musulmanes en una mezquita, como algunos islamistas hacen con los cristianos en otros lugares; en España, la semana pasada recordamos 193 asesinados en trenes el 11M.

«De tales cosas pudo persuadir hacer la religión», dijo el clásico romano, porque, reflexiona un autor moderno, hay gente buena y gente mala; pero la religión puede hacer que gente buena haga cosas malas. En España tenemos en los tribunales los crímenes cometidos contra miles de niños, robados por monjas ‘por religión’; y ha estallado a escala mundial el ocultamiento ‘por religión’ de muchos obispos y cardenales de más casos de pedofilia clerical. Los religiosos de verdad deberían ser los primeros que colaboraran con la sociedad civil para evitar que esas malas hierbas no se conviertan en una selva devoradora, inhumana.

M.G. Jorba OlbiolsTorremolinos