Han tirado Villa Maya, en el Limonar, la casa en la que el cónsul de México, Porfirio Smerdou, refugió a centenares de personas de ambos bandos librándolas de la muerte durante la Guerra Civil. Primero protegió a burgueses, curas, gentes de derechas a los que querían dar el paseíllo. Más tarde refugió a proletarios y dirigentes de izquierdas a los que los franquistas querían pasear también, paseo macabro en ambos casos, paseo sin retorno, tiro en la nuca, si es que no había también torturas previas. En la plaza de toros de Ronda se toreó a algunos prisioneros. Literalmente. Con sus banderillas previas bien puestas en el lomo.

Smerdou. Un ángel en el horror. Un hombre bueno en la espiral del odio. El periodista Diego Carcedo hizo un interesante libro sobre él. Pero el símbolo de todo eso es ahora ruina. Escombros. Llegó la piqueta, hizo zas y zas y no quedó nada. Dice De la Torre que el edificio no estaba protegido. Exacto. El problema es que él lo sabía. Y no hizo nada. Al alcalde le advirtieron del desaguisado que estaba a punto de producirse. No hizo nada. El hiperactivo munícipe sabe también lo que es no actuar, cruzarse de brazos. La portavoz de Málaga Ahora, Ysabel Torralbo, le advirtió sobre la cuestión. Nada. Ahora dice De la Torre que hay que concederle no sé qué medalla a título póstumo a Smerdou. Buen chiste. Como el que no suministra fármacos a un enfermo pero cuando éste muere propone que se le entierre con un buen traje.

El edificio no tenía valor histórico. Cierto. Pero sí sentimental. Con menos relato se montan en cualquier lugar un museo o memorial. No había ni una placa. El Ayuntamiento concedió la medalla de la ciudad a la Asociación de Memoria Histórica. Pero concede a esa memoria un valor de latón, del latón cutre del que estará hecha esa medalla. Si la oposición no recrimina mayormente este atentado estará cayendo en cierta desilustración histórica cuando no en burrez grande.

A tomar por saco Villa Maya, símbolo de concordia, recordatorio de la barbarie. Málaga, memoria desmayada. No pasa nada. El buen malagueñismo es poner en Instagram que hace mucho sol. Aquí, sufriendo.