En 1954, Antonio Lamela construye un edificio de viviendas en la calle Segovia de Madrid. Un edificio pionero y rompedor para la época debido al diseño del portal. Las principales cualidades de la propuesta son la transparencia, la ligereza, la incorporación de la vegetación y el diseño integral del espacio. Peldaños volados, vidrio, y techos que flotan sobre un espacio que marca un antes y después en Madrid. Un año después, con algo más de presupuesto, el arquitecto madrileño proyecta las viviendas de la calle O'Donnell 33. El portal se divide en varias partes, una exterior y otra interior, comunicadas por grandes ventanales. Una vez dentro el portal mantiene las cualidades anunciadas en el edificio de la calle Segovia: vacío, ligereza y transparencia.

Desde entonces, Lamela proyecta y construye algunos de los mejores edificios de viviendas de nuestro país. En todos ellos los portales son verdaderas joyas que muestran su talento como diseñador. Siempre funcionales, se adaptan al sitio en el que están, y suponen un primer paso para que cada propietario sienta que ya está en casa. En la provincia de Málaga realiza varios edificios por todos conocidos, como La Nogalera o Playamar. Como es normal, están algo cambiados por el paso del tiempo y el uso, pero aún hoy muestran las virtudes que tuvieron cuando se inauguraron. Igualmente persiste el orgullo que muchos de sus propietarios tienen por vivir en edificios que son patrimonio de todos, fruto de una época en la que se pensaba que la arquitectura podía hacer mejor a la sociedad.

Reflexionaba sobre todo esto cuando me comentaron que se va a reformar el portal de otro fantástico edificio de Lamela, el que construyó en el paseo marítimo Ciudad de Melilla 23, a comienzos de los setenta. Un portal diseñado siguiendo la misma estrategia que los anteriores: transparencia a la calle, matizada por listones de madera que proporcionan sombra y por tanto confort, techos que flotan sobre el vestíbulo, esquinas redondeadas que nos confirman la maestría de los oficios de la época, paredes de gresite pensadas para durar, buzones de madera suspendidos sobre una jardinera, unificado todo por un suelo de azulejo azul que quiere restituirnos el mar y el cielo que acabamos de dejar atrás. Una obra que, como David García-Asenjo explica de otras como las casas Guzmán o Huarte, tiene como objetivo permitir una vida mejor en ella.

Como admirador de la obra de Lamela, creo que ese portal posee grandes cualidades y que debería mantenerse. Seguramente la prosa de la cotidianeidad de la que hablaba Carmen Martín Gaite ha hecho que sus propietarios no lo valoren tanto como yo lo hago. En cualquier caso esa decisión es perfectamente legítima y legal, es su edificio y pueden reformarlo si así lo desean. Igualmente obvio es que no podemos proteger todo lo construido y congelar nuestras ciudades. Lo que sí que podemos y debemos hacer los que amamos la arquitectura es difundir sus valores, y explicar a la sociedad por qué las obras maestras lo son. Por todo ello, si lo que ha llevado a tomar la decisión de reformarlo es la falta de alguien que señale sus virtudes, sirvan estas líneas para humildemente pedir que se reconsidere el acuerdo. Reparen lo que esté estropeado, cambien algunas cosas, adáptenlo a sus necesidades actuales, pero potencien sus cualidades. Seguro que no se arrepentirán.