Hay encuestas que dicen que la suma de los votos de la derecha no da para sentarse en La Moncloa. El gurú Narciso Michavila, de acreditado prestigio en el sector de los encuestadores, tiene estudiado que la suma de votos del PP, Cs y Vox no da mayoría absoluta, quedándose en 161 escaños. Esto en el Congreso de los Diputados, peor aún lo tiene el bloque de derechas en el Senado, donde aparece el PSOE como claro vencedor. Haría bien el partido socialista en no creerse lo que afirma Michavila, teniendo a Andalucía como referente cercano. Recordarán ustedes que al PSOE andaluz se le daba, y con mucha diferencia, como ganador en nuestra tierra y suficientes votos para mantenerse en San Telmo. Y ya saben lo que sucedió. La suma de la derecha más los imprescindibles votos de Vox llevaron a Moreno Bonilla a ser presidente de la Junta. La confianza, en política, mata. Y si no, que se lo digan a Susana Díaz y a su equipo que aún siguen en el Muro de las Lamentaciones, el nuestro. Y, encima, con la rotunda amenaza de Moreno Bonilla de hablar del caos que era la gestión socialista años atrás.

El frente de derechas se debate, día sí y otro también, en darse leña para rascar votos y para que vuelven al redil los que se fueron, del PP a Ciudadanos y a Vox. O de Ciudadanos al PSOE y unos pocos a Vox. Y como, al parecer, las encuestas internas les dicen que no hay nada consolidado y existe más de un veinte por ciento de indecisos, echan mano de toda su artillería, y si es pesada mejor que mejor para atizarse de lo lindo. Manifiesto ejemplo de ello es el aterrizaje de José María Aznar en Valencia, plaza trufada de tanta corrupción pepera que no hay por dónde cogerla. Que tenga Aznar a uno de sus preclaros ministros, Zaplana, y al que fuera presidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, en eternos visitadores de la sala judicial por presuntas corrupciones, en nada le importó para bajar a tierras valencianas.

Aznar tiene un discurso claro, duro y rotundo. Nada de dos tintas y con esa cara que asusta sacó sus pistolas dialécticas y como avezado sheriff en el far west de la política, miró al frente, entornó los ojos, clavo la mirada en el adversario (o enemigo, vaya usted a saber) y con la chulería propia de quien domina la escena le escupió eso de que si tienes tal, que le mire a los ojos; que a mí nadie me aguanta la mirada. Disparó, sopló los cañones de sus dos revólveres, enfundó y con la elegancia de quien se bambolea hizo mutis, hasta la próxima.

Y es que, mire usted, llamar al PP «derecha acomplejada y mentirosa» (dixit Abascal), es como tocar el hueso de la espinilla. Y a mí, habla Casado, nadie se me sube a las barbas, ni nadie me toca los lereles. Ni acomplejados, ni gaitas. Derecha dura y pura; sin complejos tal cual quiere el arcano preboste, José María Aznar. Lo que le sucede al PP, a sus pléyades de pensadores y tertulianos es que no les da abasto a cerrar puertas tormentosas y altamente cuestionables como por ejemplo lo dicho por Adolfo S. Ilana sobre el aborto. Una guerra dialéctica que abriera el propio Casado. Y yo, esta mañana, escuchaba a mujer de reconocido prestigio dentro de la derecha liberal preguntarse si, en caso de gobernar el PP (con Cs y Vox) la mujer que abortara en España podría o no terminar en la cárcel. Pues eso. El aborto, para el PP, es uno de sus mayores quebraderos de cabeza. Que hable Aznar y cierra España.

Me permitan sumarme a los 20 años de este periódico, una eternidad tal y como corren los vientos (tormentas) para la prensa escrita. Estuve en el origen de La Opinión de Málaga, me identifiqué con el proyecto en largas, nocturnas y pesadas conversaciones con quien fuera su primer director, Joaquín Marín, y gocé de la amistad profesional y personal de quienes le sucedieron en el cargo, tres periodistas que han demostrado ser avezados maestros en este oficio de juntar letras, contar historias y mantener viva la llama de una profesión tan puteada hoy en día. Me refiero a Tomás Mayoral, a Juande Mellado y a su actual Moncho Mendaza, todos ellos, menos Marín, duchos guerreros salidos de las ubres ubérrimas de aquella realidad que tenía como mensaje, grabado a fuego, «Libertad sin ira». O sea, Diario 16.

Enhorabuena a todos los trabajadores de La Opinión de Málaga y no les deseo otros 20 años más porque ya sería la rehostia. Y los tiempos (los vientos) que corren en nuestra tierra no están para demasiadas alegrías.