Pronosticar resultados electorales con acierto ya es uno de los ejercicios más arriesgados. Alto riesgo, no de la vida, pero sí de ridículo nacional. Sospechábamos que muchos entrevistados mienten en las encuestas. Y que eran vulnerables al impacto de una campaña electoral, o de un debate. (No más del 20 por ciento, estimábamos). Sabemos ahora que en Andalucía el 28 por ciento del electorado decidió su voto el mismo día. Así que es un sinsentido que la campaña electoral termine el viernes anterior al domingo electoral. ¿Para qué el sábado de reflexión? Lo observan los medios convencionales, es decir, prensa, radio y TV. Pero las redes sociales arden ese sábado sin control, e incluso la campaña prosigue durante la jornada electoral. Puede pasar cualquier cosa.

Tiene razón Narciso Michavila, excelente directivo demoscópico, cuando reclama que, visto lo visto, «debería autorizarse la publicación de encuestas hasta el último momento». Un millón de personas hubieran votado «No al Brexit» de haber sabido que el país iba al precipicio. Miles de andaluces se abstuvieron y lamentan ahora el ascenso de Vox; y así sucesivamente.

Las encuestas orientan, pero también desorientan al electorado. El voto oculto es cada vez más difícil de detectar. Suele esconderse por temor, como los votos constitucionalistas en el País Vasco en vida de ETA, e incluso ahora en Cataluña. Pero el elector también evita significarse cuando opta por propuestas radicales. Además, algunas predicciones, en vez de movilizar, desmovilizan a electorados tradicionalmente poco activos. Le puede pasar factura, por ejemplo, al Partido Socialista. El entusiasmo con que algunos medios conservadores airean la predicción de que el PSOE puede sacar un buen resultado, abona la sospecha de que se busca un doble efecto: tensionar a la derecha para que vote, aunque suele hacerlo disciplinadamente, y enviar votantes socialistas a la playa el domingo electoral, convencidos de que ya no hace falta su granito de arena.

Así que hay mucho voto oculto, pero también marea de indecisos. Los bandazos de algunos dirigentes tienen desconcertados a muchos electores. Decidirán en el último momento. El 28 de abril la sorpresa puede ser mayúscula. Además, crece la opción del «voto a disgusto»; a saber, «no me gusta ese candidato pero, si el otro asegura que va a hacer tal o cual alianza, no tengo más remedio que asegurarme de quien administrará mi decisión».

¡Cómo no va a haber indecisos, si los cálculos electorales saltan por los aires! Si Albert Rivera propone, sin votar aún, un Gobierno de coalición con un PP más aznariano que el de Aznar. Si Pablo Casado agradece la oferta y lo relega a futuro ministro de Exteriores, sorprendiendo al proponente que, seguramente, pensaba en él mismo como presidente o vicepresidente. Si personas de referencia en varios partidos de la derecha y de la izquierda son descabalgadas de las listas, y se enteran por la prensa, para ser sustituidos por fichajes chocantes del mundo taurino, del deportivo y hasta de la crónica de sucesos. Cómo no va haber indecisos si hay que pensar en España pero conviene mirar de reojo lo que pasó en Estados Unidos, en Brasil y puede suceder en Italia y en media Europa.

Y algo más: asuntos hasta ahora no contemplados, llaman la puerta de los programas políticos y quieren entrar en campaña, como la Revuelta de la España vaciada. La gran manifestación en Madrid de cien plataformas de 24 provincias, con fuerte presencia del mundo rural, advierte de que todo puede cambiar en territorios, antes previsibles, en los que se juegan casi 90 escaños. De ahí que resulte clave el debate televisado que mantendrán el día 3 de abril destacados representantes de PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos organizado por Next Educación. El domingo 31 de marzo, gran manifestación; el 3 de abril y sucesivos (por redifusiones) debate sobre la posibilidad de un Pacto de Estado sobre el mundo rural. Y el 28 de abril, a contener la respiración. No se lo pierdan.