Uno creía que Vox era sólo un partido de militares neofranquistas, aficionados a los toros, cazadores, antiabortistas y demás familia, pero resulta que, aparte de agitar continuamente la rojigualda, aspira también a un programa económico.

Y ha encomendado su redacción a Rubén Manso, doctor en Ciencias Económicas y Empresariales además de ex inspector del Banco de España, asesor financiero en Madrid en la capital de España y, ¡cómo no!, también militar en excedencia.

No sé cuántos ciudadanos de nuestro ruedo ibérico se tomarán la molestia de leer el programa que elabore el tal Manso, seguramente muy pocos como suele ocurrir por desgracia, pero, a juzgar por las ideas del tal Manso, harían mejor en hacerlo antes de depositar su voto.

Cuentan los medios que en un acto en el que participó hace unos años con el núcleo fundador de ese partido ultraderechista, nuestro hombre despotricó del «principio de progresividad fiscal» porque castiga «el ahorro, que es la base del crecimiento».

Hacer pagar más impuestos a quienes más ganan, base de ese principio que rige en cualquier democracia avanzada, es para el economista de Vox una intolerable «discriminación» fiscal de los ricos.

El Estado moderno «esquilma», según él, a los individuos para pagar la sanidad y la educación de todos y les deja a aquéllos «sólo unas monedas para ir al cine o cenar».

Por cierto que hay muchos tertulianos de derechas, de esos que aparecen todos los días y a todas horas en los platós de TV, que piensan como Manso que donde mejor está el dinero es en el bolsillo de los ciudadanos.

Para ese ideólogo que parece, a juzgar por lo que dice, estar aún más a la derecha que el Partido Republicano de Donald Trump, el Estado debería sólo ocuparse de la Defensa, de la seguridad interior del país y la justicia criminal.

Por el contrario, los otros servicios que normalmente presta el Estado, por lo menos en nuestras democracias, como la sanidad, la educación y parte de la justicia civil deberían pasar al sector privado, que ha demostrado, según él, hacerlo todo mejor y con menor costo.

Habrá individuos, reconoce Manso, que no puedan costearse esos servicios, por ejemplo, la sanidad, por lo que el Estado debería acudir en su auxilio, pagando por ello a los proveedores privadores, aunque limitándose a aquello adonde no alcancen los recursos de esas personas.

Jubilados, ¡echaros a temblar! Los individuos deben ahorrar para la vejez porque «el ahorro es la base del crecimiento» y si los ciudadanos saben que el Estado les garantizará al final una pensión, desaparecerán todos los incentivos para ahorrar y pagarse un plan de pensiones privado, que es de lo que se trata.

Habría que preguntarles por cierto cuál es su experiencia con esos planes de pensiones a los chilenos que los suscribieron durante la dictadura militar de Augusto Pinochet.

Ni siquiera Margaret Thatcher, aquella británica hija de tendero y seguidora de las doctrinas neoliberales de Friedrich von Hayek, que no creía en la sociedad y sólo en los individuos, se atrevió a llegar tan lejos. Eran en cualquier caso otros tiempos.