La Opinión de Málaga salió a la calle un 25 de mayo de 1999. No recuerdo la hora, ni si esa noche había luna llena. Fue un parto largo y silencioso, veníamos empujando desde hace días y todo salió según lo previsto. Un mazo de papel de 256 páginas. Algo que ya no se ve en estos días.¿Se lo imaginan? Han pasado cuatro lustros desde entonces y ya nada es igual, ni los periódicos, ni la gente, ni Málaga. A aquella Málaga se le pudo haber aplicado, aunque pocos lo intuían entonces, aquello que Alfonso Guerra dijo de España : «A Málaga no la va a conocer ni la madre que la parió». Y aquí estamos, en una Málaga desconocida. Moderna, habitable, pujante, esforzada y bonita. ¿Se acuerdan de cómo estaba el Centro por aquellos tiempos? Abandonado y deprimente. Daban ganas de salir corriendo. El puerto, el aeropuerto, los paseos marítimos, el Parque Tecnológico, las carreteras de la costa, el turismo, la conexión ferroviaria... Veinte años dan para mucho. En todo este camino se han ido entrelazando voluntades de distintos colores políticos, empresariales y sociales para ir avanzando. Creo que nuestro periódico, el de ustedes, ha navegado en paralelo a ese rumbo y ha contribuido, en la medida de sus posibilidades, a mejorar la comunidad a la que pertenecemos todos sus integrantes.

Por recordar aquel momento, hace dos décadas, les debo decir que quien dirigió el rotativo en su salida a la calle fue Joaquín Marín y el precio de aquel primer número, un martes, fue de 115 pesetas (0,69 euros).

La portada del diario fue un fiel reflejo de lo que el nuevo medio de Prensa Ibérica pretendía ser. Una ventana informativa independiente y comprometida con los malagueños y de paso ser un revulsivo para el periodismo local. El presidente de nuestro grupo de comunicación, Javier Moll, resumió el principio fundacional del medio en un artículo de presentación ante la sociedad malagueña titulado «La Opinión de todos»: «En una Málaga que se adentra en el siglo XXI, queremos ser un elemento más de dinamismo, pluralidad y debate. Presentamos un proyecto de renovación en el periodismo malagueño, en el que tienen cabida todas la ideas y opiniones y donde buscar la veracidad en las informaciones no significa neutralidad, sino todo lo contrario».

Aquella portada, de un ejemplar de 96 páginas que incluía en su interior un suplemento especial de 160 páginas, la abría un tema informativo de enorme trascendencia para el futuro de la ciudad. El impulso administrativo a la conexión entre la ciudad y el puerto, su comunicación peatonal con la principal calle del centro histórico. Un proyecto que se materializó años después y que ha sido determinante para el florecimiento económico y cultural de Málaga.

En esa misma primera página había dos entrevistas. Una a la entonces alcaldesa de Málaga, Celia Villalobos, y otra, al actor malagueño Antonio Banderas. Este carácter informativo plenamente local, que no hemos abandonado nunca, ha marcado la historia del periódico y ha sido siempre su máxima apuesta.

La Opinión de Málaga echó a andar en un edificio rehabilitado en pleno casco histórico de la ciudad, en la calle Granada, número 42, y se editó en un gran centro de impresión construido en Antequera, el mismo en el que hoy sigue imprimiéndose, gestionado por la Corporación Gráfica Penibética.

Cuando comenzamos esta aventura, los redactores escribían en sus Mac, unos ordenadores que representaban el máximo nivel tecnológico de entonces, y editaban con el sistema Visual, con el que se gestionaban teletipos y fotos. El fax era imprescindible y los teléfonos móviles estaban empezando a despuntar como elemento insustituible para la comunicación.

Desde entonces el diario ha tenido cuatro directores, Joaquín Marín, Tomás Mayoral, Juande Mellado, y el que suscribe. A ellos les debo el mérito de estar escribiendo estas líneas. Excelentes periodistas y amigos por los que guardo un enorme afecto.

Esos fueron nuestros inicios. Después, el mundo se volvió poroso, global. Y el smartphone cambió nuestras vidas. Los de a pie, las empresas, las instituciones, todo lo que nos rodea se ha adaptado al tsunami de las nuevas tecnologías. La Opinión de Málaga, también. Nos amoldamos a las nuevas narrativas periodísticas, al mundo digital, nuestra manera de trabajar también se ha modificado. El corazón que nos hace andar son dos palabras: tiempo real. El presente inmediato. Nuestras informaciones son actualizadas permanentemente, hacemos vídeos y medimos su impacto con complejas métricas que nos dan una idea del éxito de los contenidos periodísticos que vamos lanzando. Nunca antes hemos sabido como ahora a quiénes nos dirigimos y nunca antes podíamos adivinar que nos esperan tantos al otro lado de la pantalla del ordenador, de la tablet o del móvil.

Eso sí, les puedo asegurar que lo que no ha cambiado es nuestro compromiso con Málaga. Y desde estas líneas nos postulamos para renovarlo. Un compromiso activo, con el que queremos contribuir a la transformación y al progreso de nuestra provincia. Un compromiso diario, desde que nos levantamos de la cama, ejerciendo un periodismo cercano en defensa de los intereses generales de Málaga y de los malagueños, hasta que nos vamos a nuestras casas. Y al día siguiente, volvemos a empezar.

*Mendaza es director de La Opinión de Málaga