El objetivo electoral de Pablo Casado (PP) se resume en echar a Pedro Sánchez (PSOE) y por eso reitera esa retahíla de romper España, pactar con etarras etcétera cada vez que apostilla algo nuevo. Albert Rivera (Cs) calificó ese mismo objetivo de emergencia nacional y se ofreció a pactar con el PP antes de que empezara la campaña, pero después de perder. El PSOE ve a su derecha el peor pasado y Podemos, directamente el franquismo. Esta vez, todos los equipos de los candidatos trabajan en las redes sociales para que no votes a sus rivales, lo que va más allá de los mensajes para que los votes a ellos. El recorrido circular de esos mensajes cabe en un Telediario y muestra un croma de catástrofe en 360 grados como después de una batalla de Los vengadores.

La campaña es negativa, pero el voto sólo puede ser positivo. Recibes mil mensajes a la contra y tienes que votar a favor de uno. Eso hay que cambiarlo, ahora que es tecnológicamente posible hacer recuentos complejos. Votar en contra de un partido, en vez de a favor de otro, es lo que mejor se corresponde con campañas emocionales que estimulan sentimientos negativos. Excitados por campañas de bajas pasiones se debería poder votar en contra, para conseguir -que el enemigo ideológico quedase sin representación parlamentaria-. Por animal. Que un voto en contra silenciase otro voto a favor de Vox: que un particular dentro de una cabina pudiese sostener la mirada de Aznar; que una papeleta volase contra el Falcon propagandístico de Sánchez; que no sólo los círculos polemista decidan sobre la bajada revolucionaria de la sierra para regresar a ella con chalé peronista; que uno pueda abstenerse contra los votos que Ciudadanos cree que no va a recibir.

Puestos a ser malos...