No hagan por ver en mí a un erudito del análisis político que les sepa diseccionar a todo dato las luces y las sombras de la figura de Jesús Gil. Durante la época en la que este monstruo mediático acaparaba los titulares de España, yo no era más que un zagal que hacía por crecer en una casa donde mis padres veían y comentaban el telediario cada día. Un chaval que acaparaba sin criba información de aquí y de allá. Eso, lo quieran o no, deja huella de la historia nacional. En la memoria de quien se hizo mayor durante los años en los que Jesús Gil protagonizaba cada página de actualidad siempre quedará una muesca de aquellos episodios. Los debates que uno percibía en las tertulias de los desayunos, la prensa, los telediarios, los comentarios de tu entorno y las sintonías programáticas iban dejando un poso que, al final, fue conformando y construyendo, aunque fuera a retazos, mi imagen personal de quien fue, entre otras mil cosas, el más famoso y televisivo de los alcaldes de Marbella. Pero ojo, que mi opinión sobre Gil se haya construido de esta manera tan poco programática no significa que no sea certera. Luego estarán los detalles, las aclaraciones, lo discutible, los matices de los entendidos, como en todo. Pero la opinión pública, la mía y la de todos ustedes, seguirá estando ahí como testimonio vivo de la época. Mi primer recuerdo de Gil, que no el más llamativo, gira en torno a aquella sintonía de su programa personal que rezaba «Gil y tal y tal, Gil Superstar». Hoy por hoy, me sigue dando vergüenza ajena escucharla. También lo rememoro, como si fuera ayer, hablando con su caballo Imperioso, cual Calígula del siglo XX, o bien en mitad de un jacuzzi burbujeante, platicando de política y amparado por un puñado de señoritas que mostraban generosamente el volumen de las credenciales femeninas que, por aquel entonces, proliferaban en los espacios de Telecinco. Ya saben: «Mama Chicho me toca, me toca cada vez más», y demás fanfarrias. Igualmente acaparo, y así los refiero, testimonios que juraban y siguen jurando ante Dios y su Corte Celestial que los años de mayor esplendor que ha vivido Marbella fueron los de la época de Gil. No olvido, aunque tampoco éste es mi recuerdo más inquietante respecto a su figura, esa entrevista con Quintero en la que el alcalde de Marbella se reconocía como el mayor demócrata y el mayor comunista. Abanderaba como nadie aquella máxima del chiste de la madre que, en mitad del desfile militar, afirmaba con orgullo que todos llevaban el paso cambiado menos su niño: «Todos los organismos que se jactan de ser democráticos y defender los intereses de los españoles están alzados contra mí para liquidarme», decía en Los Ratones Coloraos. Tribunal de Cuentas, Cámara de Cuentas, Fiscalía Anticorrupción o Agencia Tributaria, referenciaba, verbigracia. Cómo olvidar, aunque tampoco ésta es mi anécdota más recordada, el puñetazo físico y mediático que le encajó a Fidalgo, por aquel entonces gerente del Compostela. Calculo, por lo demás, que Jesús Gil ingresó en prisión al menos en tres ocasiones. Recuerdo, así a bote pronto, el caso Camisetas, el caso Atlético y el caso Saqueo: todos ellos relacionados con desvíos millonarios que se auspiciaban desde el Ayuntamiento de Marbella al Atlético de Madrid, estafas, apropiaciones indebidas, corrupción o facturas falsas. Sin embargo, mi recuerdo más imborrable, ahora sí, lo acapara aquella sesión del programa La máquina de la verdad, presentado por Julián Lago, en la que, frente al polígrafo, se le preguntó a Gil si era cierto que cuando los depositarios de la financiera Aval Renta le reclamaban la devolución de sus fondos él les invitaba a que se tiraran por la ventana. En aquella sesión, Gil contestó que no, pero el polígrafo dijo que mentía. No hubo una reacción de estupor ni de indignación, lo cual sería esperable de no ser cierto, sino que le entró la risa floja. Sin miedo, sin vergüenza, sin escrúpulo alguno. Pronto podrán disfrutar, en HBO, de una serie documental, El pionero, que gira en torno a la figura de este personaje. Imagino que la oscuridad nacional siempre da más audiencia que la luz. Y si no, pregúntenle a Paesa. Si lo encuentran.