El hombre que no se pierde una está comprando perfumes. Plancha camisas, revisa puños, abrillanta gemelos. Los zapatos negros ya están relucientes. Hay que aparcar las deportivas. El hombre que no se pierde una ha programado corbata y calcetines negros y elegantes para cada día de lo que le viene encima. Se asegurado de tener gomina. Ayer fue a la peluquería. El hombre que no se pierde una ha adquirido unas gafas de sol de buena marca. El precio podría suponerle pasar un par de días comiendo bocadillos para compensar el gasto, pero el hombre que no se pierde una sabe que con soltura y desparpajo, entre canapés o aprovechamiento de la generosidad ajena, puede volver bien cenado a casa más de un día. Por si acaso, el hombre que no se pierde una ha aplazado la revisión del coche, ha demorado unos días el pago de la comunidad y se ha hecho un poco el loco con un recibo. La cosa es acumular algo de efectivo. No necesariamente para gastarlo, pero sí para enseñarlo en esas escaramuzas de no, hombre, pago yo, no hombre, déjame a mí, que no, que no.

El hombre que no se pierde una no se pierde el telediario ni la sección de local del periódico. Estos días. Ha de almacenar información para cualquier conversación que surja. Y a saber con quién. Ha de parecer informado, culto, al cabo de la calle. Versado. Ha hecho el hombre que no se pierde una incluso un conato de estudiar consultando internet dos o tres asuntos urbanísticos y políticos de calado para poder ejercer de enterao en una tertulia de cafetín. Dolor de cabeza.

El hombre que no se pierde una no puede perderse ningún acto de su partido. De su nuevo partido. Son muchas las reuniones, bastante los actos de campaña, no pocas las visitas de líderes regionales e incluso nacionales a los que conviene causar buena impresión. Tampoco puede perderse ninguna procesión ni el día grande de su cofradía. Los días grandes, habría que decir, ya que las suyas son varias. Desayunos informativos en hotel, almuerzos, mítines, reuniones, procesiones, cabildos, juntas de gobierno, presentaciones de cartel, pregones, homenajes, encuentros, mucho callejeo. Picoteos, saludos, besamanos.

El hombre que no se pierde una recuerda que campaña electoral y Semana Santa no coinciden muy a menudo. Sin olvidar las actividades de su club y de las entidades y asociaciones varias a las que pertenece. Pueden ser jornadas gloriosas, que tal vez pudieran proporcionarle promoción. Es posible que salude a un obispo, que palmee a un concejal, que dé la mano a un alcaldable, que comparta una cerveza con una empresaria de fuste o hasta que se haga un selfie con memorable actor. Podría salir retratado en la edición impresa de un periódico.

El hombre que no se pierde una se ha hecho nuevas tarjetas de visita. El hombre que no piensa perderse una lleva años sin perderse ni una. Aunque a veces no se encuentra bien.