A menudo sale un futbolista, un presidente o un entrenador e intenta enviar un mensaje de calma: «Dependemos de nosotros». Ese futbolista, presidente o entrenador lo dice como si fuera algo bueno. Lo dice con la mejor intención, pero sin darse cuenta de que ya nos conocemos, de que ya sabemos que dependemos de nosotros, que precisamente por eso no duermo, que precisamente por eso estamos así, por depender de nosotros. «Está en nuestras manos», añaden, como si fuera algo bueno también, que más nos vale que las cosas importantes de la vida no estén en nuestras manos, por si acaso y por lo menos en las manos que yo conozco, que cuando dicen que detener el cambio climático está en nuestras manos, que salvar el planeta Tierra depende de nosotros, ya sé que justo ese es el problema, que justo por eso ni detendremos el cambio climático ni salvaremos el planeta, porque por desgracia depende de nosotros y está en nuestras manos.

Si me dijeran que dependemos del destino casi me quedaría más tranquilo. Los entrenadores en realidad deberían jugar esta carta con más frecuencia. El destino es un gran invento. El destino es fenomenal. El destino lo explica todo. El tiro dio en el poste porque el destino así lo quiso. Hicimos todo para ganar, pero contra el destino no se puede hacer nada. Juegan todos los futbolistas con los que comparto representante porque el destino me hace las alineaciones. Olvidé sacar la ropa de la lavadora y subir la maleta que lleva tres meses en el coche, y hoy cenamos macarrones recalentados: cosas del destino, no te enfades, hermano.

Otra explicación plausible sería la que leí hace unas semanas en un titular viral de esos. Y digo titular porque no entré a leer la noticia, por supuesto, porque eso dependía de mí, eso estaba en mis manos. El titular venía a explicar que un grupo de físicos y tecnólogos investigan la posibilidad de que nuestro mundo no sea real, sino una especie de videojuego como Los Sims, una simulación creada por una civilización superior y posthumana.

Esto lo deberían decir también los entrenadores, como excusa recurrente a mano. Esto explicaría además la exagerada cantidad de veces que me levanto del sofá, no recuerdo qué iba a hacer y termino en la nevera comiendo algo. Esto explicaría un montón de sueldos, fichajes y resultados. Esto explicaría que me guste tanto el golf y el agua de sabores de Solán de Cabras. Y esto explicaría por último que mis padres me sustituyeran por un perro, cuando me fui de Erasmus, y descubrieran que todo eran ventajas, que vivían mucho mejor con el perro, y sinceramente los entiendo a ambos.