Me he leído el bando que el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, ha promulgado con motivo de la Semana Santamotivo de la Semana Santa. Cada cual emplea su tiempo como quiere. La prosa de los bandos es reglamentista, leguleya, ligeramente imperativa. Sosa. Los alcaldes patrios no han seguido la estela de Tierno Galván, que escribía (él mismo) y publicaba bandos cargados no solo de los necesarios consejos sobre orden público, transporte o limpieza, sino que los adjetivaba, teñía de ironía y les metía literatura. En uno de julio de 1983 contra el top less afirmaba: «Feminiles visitantes que por esta ciudad vagan y peregrinan y numerosas vecinas dan en despojarse, como con particular y escrupulosa atención ha observado el alcalde de esta Villa, de corpiños, basquiñas, briales y otras prendas, que por respeto no se nombran, faltando poco, en algunos casos, para que tanto mozas como menos mozas en carnes queden». Eso sí, añadía: tampoco «hace falta caer en impropias mojigaterías, exageraciones y afectación de virtud».

De entre los puntos del bando semanasantero malagueño dictado por el munícipe por antonomasia destaco uno que aparece postrero en el texto. Dice: «No secunde situaciones de pánico, bulo o rumor. Comparta sólo información verificada». Ahí hay que darle un aplauso al regidor, hombre, un aplauso largo para De la Torre, que combate las fake news o noticias falsas, que un no tan libre traductor también haría bien en llamar pamplinas.

Este consejo alcaldiano habría de esculpirse con letras de cualquier material noble, difícilmente fungible y duradero en la fachada de edificios municipales. No solo, claro, para que ellos mismos se lo aplicaran, también para que el ciudadanos supiera elegir bien las redes, panfletos, libelos, cabeceras o amigos que escoge para informarse.

A ver, está claro que no hay que creerse a las primeras de cambio que ha llegado una nave espacial a la calle Larios o que la reventa de las sillas en tan señera vía alcanza precio de oro molido. O que un toro se ha escapado en Carretería a las diez de la noche un Jueves Santo. Aunque el que suscribe, si fuera partícipe de tal información taurina, no dudaría en desalojar la zona si en ella se encontrara. Tan presto como la muchedumbre y las fuerzas propias me lo procuraran. Hagan caso al alcalde (y a la información contrastada) y utilicen las papeleras, que no son de adorno. No dé pisotones. Ceda el paso. No se cabree. Utilice el transporte público. No se mee en los árboles. Sea cordial con los visitantes. No robe carteras. Dosifíquese si encarta la ingesta de vino. No diga «esta es la Semana Santa más bonita del mundo» si no lo tiene contrastado. No se convierta en una fake new andante. Si es hostelero no suba el precio de las croquetas. Estrene algo. Ducha diaria. Sea didáctico con el foráneo en la suprema y siempre difícil hora de pedir un café en Málaga cuando de aquí no se es. Moderación con los selfies. No use el capirote para lo que no está diseñado ni lo emplee en prácticas morbosas. En público, queremos decir. Humildad y paciencia.

Y, como dijo Tierno en un bando de mediados de diciembre de 1982: «Que nadie hinche o incremente tanto su libertad que dañe o merme la de otro. Principio que debiéramos todos guardar con sumo celo, pues de la libertad hemos de gozar proporcionadamente para que sea bien común y no de algunos que buscan hacer particular provecho de lo que por natural razón a todos pertenece». Amén.