Es importante educar desde pequeños a reflexionar y a pensar en las posibles consecuencias que se puedan provocar a través de gestos, palabras o acciones. La falta de control de los impulsos y la agresividad en cualquiera de sus formas está relacionado con una baja tolerancia a la frustración y al estrés. Por ello, enseñar técnicas de relajación y control, además de la formación en Inteligencia Emocional, puede ser muy útil de cara al presente y al futuro. Existen características comunes en relación a la impulsividad, como por ejemplo:

-La imprudencia.

-El riesgo.

-La insensatez.

-La irresponsabilidad (puede ser solo en relación a determinadas situaciones que no gustan).

-La inconsciencia.

En la mayoría de los casos no se trata de un problema genético que puede derivar en psicopatologías, sino en la falta de hábitos y límites en el desarrollo educativo y madurativo. Estos tipos de agresiones son respuestas inesperadas y sobre todo desmedidas ante una provocación percibida (real o irreal). Por ello, la importancia de aprender a reflexionar desde pequeños, ya que esta capacidad va aumentando con la edad y se van alargando los tiempos de reacción. ¿Cómo podemos ayudar a controlar la impulsividad?

Es importante aprender a respirar. Gracias a la respiración evitamos el bloqueo y generamos fluidez en los pensamientos. La respiración favorece la relajación, la meditación y la vuelta a la calma.

Relativizar para encontrar una nueva relación con otra cosa y valorarlo desde otro punto de vista. Dar otra importancia, otro valor. Salirse del uno mismo para pensar qué harían los otros o cómo ayudaría yo a una persona que le pasara eso.

Aprender a entender tus emociones y las de los demás, para evitar sentir amenazas falsas o inseguridades. Aquí la formación en asertividad resulta fundamental. Aprender técnicas de concentración para distraer las emociones y permanecer centrado en el presente. Es la mente la que va y viene, el cuerpo siempre vive el presente. Lo más importante para mejorar uno mismo siempre es la responsabilidad a la hora de ser consciente de la realidad y la necesidad de mejora. Para ello se puede usar una libreta y apuntar las conductas agresivas que se van acumulando en el día.

Para controlar las emociones es importante también que se identifiquen los estímulos que generan esas reacciones para cuando vuelvan estar preparado. Una vez preparado hay que intentar irse a la cama sin discutir y comprobar cómo tras dormir, las cosas se ven siempre de otra manera. Evitamos así la respuesta inmediata e impulsiva.

Se puede trabajar una técnica alternativa cuando surge la impulsividad, en deporte puede ser atarse los cordones, contar hasta 10, auto hablarse una frase que calme, etc.

Si se aprende a canalizar la energía negativa en positiva hay mucho ganado, sobre todo en deporte. Inspirar los enfados en carácter defensivo por ejemplo.

No todos los actos por ser impulsivos son malos. En ocasiones reaccionamos de manera rápida e inteligente tomando buenas decisiones. Lo malo es reaccionar en numerosas ocasiones de manera impulsiva favoreciendo tarde o temprano la agresividad.

Las personas impulsivas suelen cometer más errores, se responsabilizan menos de sus fallos y lo peor de todo es que acaban en un estado de irascibilidad y tristeza por impotencia. Es importante formar, concienciar y dar alternativas de cambio. Insistir una y otra vez a través del ejemplo y reforzar cualquier pequeño logro que se vaya consiguiendo. Un hábito nuevo, un reto. ¡A por ello!