Al margen de que hace veinte años todos éramos más jóvenes, cierto es que la imaginaria 'moviola' de la vida pone de manifiesto en mi existir que estas dos últimas décadas han estado llenas de experiencias muy positivas en lo personal, profesional y cofrade. Además, si a tales vivencias propias se rebusca en el consabido «baúl de los recuerdos» el hecho de haber sido testigo de la gran evolución que en todo este tiempo ha llevado consigo Málaga, entonces he de confesar que me considero un hombre con suerte por haber tenido el privilegio de realizarme en una ciudad que es hoy día referencia en España de dinamismo, sensible a las culturas, defensora de las tradiciones y abierta a las vanguardias.

Ante este 'viento a favor' malagueño lleno de vitalidad y fortaleza, el universo cofradiero que nos rodea también ha sabido sumarse a esta inercia de adaptación y transformación. No sólo nuestra Semana Santa y sus cofradías han logrado mantenerse como una seña de identidad consustancial a la gran mayoría social, sino que además no deja de consolidar sus profundas raíces como modelo de vida que continuamente nos aporta valores humanos y divinos. Buena prueba de todo ello son nuestras hermandades nazarenas, muchas de las cuales vienen compartiendo la historia de Málaga desde hace siglos y otras tantas menos longevas se han ido incorporando, siendo prueba evidente de la razón de ser que el mundo cofrade continúa manteniendo en los complejos tiempos actuales. Junto a ellas, la casi centenaria Agrupación de Cofradías ha sido la pionera entidad que ha sabido aunar esfuerzos y, en su responsable menester de coordinar a las corporaciones que la conforman, igualmente ha contribuido y contribuye siempre en servir a la ciudad y a los malagueños en general.

Precisamente, en este sentido de servicio y de actualización, el proyecto del Plan de Mejora Integral de nuestra Semana Santa -en el que está incluido el nuevo recorrido oficial procesionista-, y que se pretende materializar en la próxima Semana Mayor, es posiblemente el reto más importante acometido por la decana institución de San Julián a lo largo de los últimos veinte años. Para llegar al venidero Domingo de Ramos, desde finales de 2015 el trabajo y el sacrificio de todos quienes componemos la Agrupación, y también de todos los organismos competentes, ha sido constante y objetivo común de cara a una renovada configuración que diera respuesta a cuantas necesidades/exigencias administrativas, cofrades y sociales se venían acumulando desde algunos calendarios atrás.

Dentro de dicho plan y de manera muy especial, se hacía conveniente una profunda revisión de nuestro hasta ahora emblemático itinerario, dado que sus orígenes y posteriores desarrollos venían obedeciendo a unos ya superados condicionamientos que lastraban el presente y cuestionaban seriamente el futuro de nuestra más arraigada celebración. Condicionamientos éstos de índole urbanística, de seguridad ciudadana, de organización procesional, de acomodación de los abonados de sillas/tribunas, de espacios para estancia y visibilidad del público en general, de convivencia y compatibilidad con la ciudad, de control y tránsito de personas, de movilidad y transportes, de lucimiento y solemnidad de los cortejos, de ocupación de la vía pública, de fluidez y acceso de las comitivas a la Catedral, de atención a los medios de comunicación... En definitiva, de circunstancias muy a tener en consideración y que, como casi todo lo que nos rodea, tienen fecha de caducidad más o menos prontas según el devenir de la vida.

Si la sociedad malagueña y la ciudad de Málaga evolucionan en positivo -y ello es indudable-, las instituciones de servicio como la Agrupación de Cofradías están obligadas a acompañar dicho proceso para así garantizar nuestra permanencia y nuestro horizonte de responsabilidad en aras del bien colectivo.

Cierto es que cada vez los tiempos van más rápidos, en concreto por lo que al ritmo y a la cantidad de aconteceres se refiere. Detenernos en las dos últimas décadas sobre nuestra tierra es multiplicar por mucho el grosor de su legendaria historia. Basta sondear la hemeroteca de La Opinión de Málaga para darnos buena cuenta de cómo hemos evolucionado en todos los aspectos.

Sin embargo, más que mirar atrás, reconociendo el elogiable mérito de la conmemoración en cuestión de tan querido periódico y el deseo de que continúe informándonos por mucho tiempo a cerca del suceder de nuestros días, permítanme otear y reflexionar sobre el futuro de nuestras vidas y de nuestra ciudad. En este sentir y en este soñar, bueno sería que Málaga siguiera avanzando durante los próximos veinte años. Que lograra las máximas cotas posibles de progreso y bienestar. Que continuara siendo adalid de las vanguardias que nos enriquecen y referente en la custodia e incremento de los tesoros patrimoniales y sociales. Y, finalmente, al margen de lo que nos depare en el futuro inmediato el Plan de Mejora Integral de la Semana Santa -que seguro bienvenido habrá de ser-, así mismo bueno será que como malagueño y presidente de la Agrupación de Cofradías conste mi afán y también el de todos los cofrades para que la celebración de nuestra Semana Mayor siga dándonos las más auténticas emociones y vivencias cristianas.

*Pablo Atencia es presidente de la Agrupación de Cofradías de Málaga