El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma «no, de verdad, que la tarta de queso que hacemos aquí te va a gustar».

Igual que aquel personaje de Vargas Llosa en Conversación en la catedral se preguntaba «cuándo se jodió el Perú», habría que preguntarse cuándo se jodieron las tartas de queso y por qué nadie hace nada al respecto. Bueno, sí hacen. Las inundan de sirope o nata, mermelada, ungüentos, merengue, líquidos o mejunjes. Las disfrazan y no la dejan en paz tal vez tratando de disimular lo que simplemente es engrudo o un compacto lingote que te tabica el estómago o un trozo de queso Filadelfia. Qué manía.

Urge una defensa de la tarta de queso virgen y desnuda. Hay que salir a la calle (y a las cocinas) a defender la tarta de queso de toda la vida, o sea, con queso incluso. Que no nos la den sin queso. Llegó la moda de la cheesecake y llegó la moda de decorarlo todo y todo se fastidió. Tartas de queso las hay buenas e incluso sublimes, ya, ya lo sé, querido lector, pero no hemos venido a este mundo a agradar y sí a protestar. Sin protesta no hay columna igual que sin tetas no hay paraíso o sin masa que mal se pasa. Las columnas también son un poco como las buenas tartas de queso, deben llevar su base, pero fina y flexible. Si la base la fabricas muy dura te sale un ensayo. Tienen que tener un buen tronco o centro, cremoso pero sólido. Las columnas. Nada de ideas líquidas. Incluso nada de ideas en plural, mejor una idea. Con una idea a la que darle varias vueltas con arte, fijándote en un detalle y metiendo una cita ya tienes hecha la columna. Otra cosa es que la cobres. O que con lo que cobres te alcance para pagarte una tarta de queso, que es que encima, con tantos adornos te cobran un riñón. Esperemos que no pase lo mismo con la tortilla, que no les dé por servirla inundada en salsas. Pero todo llegará, siempre hay que ponerse en lo peor. Urge un manifiesto en pro de la tradicional tarta de queso. Abajo el progresismo queseril. Hay que conservar. Al precio que sea. Bueno, más de cuatro euros no, por favor. Paremos este desafuero. Agrupémonos todos en la tarta final. Los intelectuales deben movilizarse, tomar partido, abandonar sus cómodas vidas y comprometerse de una vez por tan noble y quesera causa. Incluso los que están como un queso. Viva la auténtica tarta de queso. Y eso.