La obra futbolística de Johan Cruyff se resume en su trabajo primero en el Ajax de Amsterdam, donde empezó su carrera como jugador, y después como entrenador del Barcelona, donde lo consiguió todo. El martes, «ajacied» y azulgranas fueron los dos primeros semifinalistas de la Liga de Campeones.

El juego de toque, el rondo, el «salid y disfrutad», la evolución natural del aquel «fútbol total» de los setenta. Cruyff, fallecido hace tres años, dejó como legado todo eso y dos obras inmortales en Amsterdam y en Barcelona.

Barcelona y Turín, donde jugaba el Ajax ante el Juventus, estaban unidas en la noche del martes por una fina línea, mil kilómetros de un fútbol surgido de la misma fuente.

En el Camp Nou, los aficionados barcelonistas cantaron cuatro goles cuando su equipo marcó tres. El otro fue el conseguido por Matthijs de Ligt ante el Juventus, que clasificaba al Ajax por primera vez para unas semifinales de la Champions 22 años después.

Este Ajax de Ten Hag conserva la pureza del fútbol de Cruyff. Jóvenes jugadores perfectamente posicionados sobre el terreno de juego, imberbes con el descaro y el oficio de veteranos, personificados en de Ligt (19 años) y en Frenkie de Jong (21), que el año que viene jugará en el Barça.

En el perfil de instagram de Cruyff, gestionado por la empresa que maneja su legado, aparece un fotomontaje en el que puede verse a De Jong y Cruyff vestidos con la camiseta del Ajax y una frase que resume el sentido de todo: «Jugar al fútbol es fácil, pero jugar fácil al fútbol es lo más difícil que hay».

Y esa es la clave. Un fútbol basado en las triangulaciones, en aprovechar los espacios, en el que los carrileros ejercen a veces de defensas y otras de delanteros, en medios rápidos de reflejos que crean y que son los primeros en presionar lo más arriba posible al rival.

Ese Ajax recuerda a aquel equipo que se coronó en 1973 en la final de la Copa de Europa con Stefan Kovacs en el banquillo y Cruyff con el brazalete de campeón y que ganó en el «pequeño Maracaná» de Belgrado al Juventus por 1-0 (gol de Johnnie Rep).

Ahora, como entonces, el equipo holandés se ha metido en semifinales tras dejar por el camino al Real Madrid, al que ganó 2-1 en casa y 0-1 en el Bernabéu.

Ese Ajax destila aroma de aquella Holanda entrenada en los setenta por Rinus Michels y que se quedó, por dos veces, a las puertas del Mundial. Al menos, aquel «fútbol total», cincuenta años después, ha hecho huella en una evolución lógica.

El Ajax, pero también el Barça, que ha cambiado un poco su esencia para ser aun más temible. Seguramente los azulgrana no mantienen aquella línea que alcanzó su sublimación con Pep Guardiola, que continuó con Luis Enrique Martínez y que anteriormente Frank Rijkaard y Tito Vilanova habían conducido de manera magistral.

Pero hoy con Ernesto Valverde, el fútbol del Barça sigue en lo más alto y sueña con un triplete, como el que en su día consiguieron el Barça de Guardiola o el de Luis Enrique.

Este Barça posiblemente no es tan brillante, pero es superfiable. Vive del enorme talento de Leo Messi, dispuesto a hacer historia esta temporada, después de que en la pretemporada ya anunciara que el equipo está dispuesto a darlo todo para conseguir «esa copa tan linda», en referencia a la Champions.

El desequilibrio de Messi, la fluidez en el juego y la velocidad de balón que imponen Busquets, Rakitic y Arthur, el excepcional estado de forma de Gerard Piqué y de Clement Lenglet, su acompañante en el eje defensivo. El desborde por las bandas de Alba y de Sergi Roberto; el trabajo de Luis Suárez y la recuperación del mejor fútbol de Philippe Coutinho. A la guinda del pastel que es Messi se le suma la presencia de Marc André ter Stegen, seguramente el mejor portero del mundo en la actualidad, capaz de intervenir una vez en todo el partido para salvar un gol cantado de Alexis Sánchez.