La foto de la Málaga cultural ha cambiado mucho en los últimos años. Sin lugar a dudas, podríamos decir que la cultura ha sido una de las arterias de expansión principales para la ciudad y, de entre las capitales de provincia en Andalucía, Málaga es la ciudad que ha marcado la diferencia con un marcado apoyo al sector de la cultura.

Además, bajo mi punto de vista, y es algo contrastado con muchos amigos en conversaciones, Málaga es quizá la que ha evitado, por así decirlo, la tendencia más folclórica del arte, para apostar por una cultura más heterogénea. Desde la incorporación de los museos de referencia internacional, así como el nuevo replanteamiento de los propios, a iniciativas como la conversión del antiguo Centro Cívico en La Térmica, la puesta en marcha de la incubadora de artes escénicas Factoría Echegaray, la apuesta del Teatro Cánovas por el público familiar, la recuperación del Teatro Romano también para las artes escénicas, el Festival de Cine en Español, evidencian la búsqueda de las diferentes administraciones del hecho diferencial de una ciudad abierta al mar, que conserva su idiosincrasia, pero que no se conforma con lo que tiene.

Por otro lado, llama la atención la cantidad de iniciativas privadas que han surgido en estos 20 años o que empiezan a surgir o que se consolidan... Ejemplos hay varios. Desde la labor del teatro Alameda, que durante años fue el único teatro privado al que las compañías (las de fuera y las de dentro) podían ir 'a taquilla' en nuestra ciudad, hasta La Cochera Cabaret, sala de referencia en el mundo musical y teatral a nivel nacional, que empezó en una bocacalle de calle Ollerías y que hoy representa la realidad de que es posible crear un público y un tejido cultural a través del esfuerzo y de una oferta interesante y, sin que tenga que ser en el centro de la ciudad, pasando por espacios alternativos, como La Invisible, la Sala Mainake, la Polivalente y el movimiento en torno a Calle Lagunillas.

El esperado Teatro del Soho, de Antonio Banderas, vendrá a complementar la oferta. Y a terminar de dar sentido a un barrio, el Soho, que parece que no termina de encontrar su identidad.

Yo me fui de Málaga cuando terminé mis estudios de Interpretación en la Escuela Superior de Arte Dramático (ESAD). Corría el año 2000. Ahora hará diecinueve años que dejé mi ciudad. Eso sí, me tocó tener la suerte de llevar el nombre de Málaga allá por donde iba, al igual que muchos compañeros y compañeras de profesión. Pero, así fue, fuimos muchos los que sentimos que en la Málaga de aquellos años iba a ser complicado poder dedicarnos a lo que nos gustaba y dimos el paso. Pero, he ido volviendo. Y cada vez que venía, observaba cómo la gente que se quedó aquí se quedó para trabajar por una ciudad más completa a nivel cultural. Una labor muy complicada. Sirva este párrafo como señal de profundo agradecimiento a todas esas personas que han conseguido tantas cosas, que han conseguido que hoy podamos disfrutar de todo, todo lo que tenemos.

Pero, por supuesto, queda mucho por hacer. No hay solo buenas noticias. Muchas de esas veces que he vuelto a casa, ha sido para trabajar. En varias ocasiones como actor en diferentes montajes de teatro. En dos ocasiones, a dirigir teatro, dentro del proyecto Factoría Echegaray y en otras como productor con mi propia compañía Feelgood Teatro, o como músico. En esas ocasiones, he observado que es necesario hacer algo de vital importancia. Un trabajo de base con la ciudad. Como el que se hace con el fútbol que desde niños se crea cantera, para que se me entienda. En el sector cultural, lo mismo... Hay que hacer un esfuerzo enorme por trabajar las realidades de los diferentes profesionales del sector, bajar ahí, remangarse y trabajar mano a mano con esos profesionales de la ciudad a los que a veces se deja en segundo plano, o tercero, en pos de acciones que dan más visibilidad.

Eso por un lado. Por otro e igual de importante, conseguir llegar al público, a esas audiencias que están parcial o totalmente desconectadas de lo que ocurre. Hay que generar público y llenar los teatros, las salas y los museos. Y esto es una labor obligatoria para las instituciones públicas y para los dirigentes políticos que han de comprometerse con políticas de desarrollo cultural e incluir en sus propias agendas el compromiso con la cultura.

A los que un día nos fuimos a buscarnos la vida fuera, nos da alegría inmensa volver a Málaga y trabajar junto con los que se quedaron para hacer una ciudad más completa y compleja.

Aquí dejo escrito mi compromiso para seguir empujando el carro.

La cultura es riqueza y Málaga cada vez es más rica.

*Fran Perea es actor, músico, director teatral y empresario cultural