Este año la librería Proteo Prometeo celebra 50 meritorios años abierta, y hoy sería un buen día para celebrarlo con ellos comprando alguno de esos libros que todos tenemos pendientes. Uno de esos que se vuelven compañía al pasar las páginas, o uno de aquellos que nos traen la comprensión que no se alcanzaba a palabras, o la emoción que no encontraba su sitio o esa fantasía que nos faltaba.

La literatura es un inagotable tesoro de magia, la alquimia invisible del alma. Por eso resiste el papel ante el acoso y derribo de la tecnología y la guerra de pantallas, aguanta todavía en pie, digno y sugerente, en una sociedad que se presenta acelerada y caprichosa pero que, a pesar del imperio de la inmediatez y la imagen, siempre encuentra algún espacio donde detenerse y sucumbir ante el insustituible y atávico ejercicio de lectura.

Se siguen escribiendo libros, y regalando libros, y recomendando libros y eso es sin duda porque se siguen leyendo libros. Y todo parece indicar que eso no va a cambiar demasiado, por muchos que sean los videojuegos o geniales y espectaculares las películas y las series, sin importar los blogs que haya ni quién los firme y a pesar de que todo el foco se ponga en lo que se escribe y dice en las redes sociales. Nada de eso cambiará su papel. Los libros siempre ocuparán un lugar privilegiado en el pequeño y contundente corazón que habita en nuestra cabeza. Porque lo que hemos leído siempre formará parte de nosotros y porque forma parte de nosotros seguir leyendo.

Y es que la literatura tiene esa doble capacidad de servirnos de refugio de la realidad y a la vez de fuente de ideas para transformarla. Y quién no quiere hoy escapar del barro del engaño y de lo incierto y tratar de construir una ficción más honesta.