El Gobierno andaluz aprobó ayer la limitación de mandatos. Llevan cien días y ya están pensando en irse. Uno de los impulsores de esa medida es Elías Bendodo, consejero de Presidencia, que tras proclamar finidad de veces que estaría solo ocho años al frente de la Diputación tuvo que desdecirse infinidad de veces. Preparado estaba para quedarse. Doce añitos habría sumado tal vez. Luego el destino hizo que el PP alcanzase la Junta y que Moreno Bonilla lo adoptara como hombre fuerte. Y está tan fuerte que parece que lleva ahí toda la vida y que querría quedarse ahí para siempre. Bendodo, no Bonilla. Salvo si le ofrecen un ministerio, cosa con la que sueña. No sería buen político si no soñara con un ministerio, por otra parte. Es como ser futbolista y no soñar con la Champion. Son sueños húmedos pero legítimos.

Limitar los mandatos no es urgente, ni preocupa a la gente, pero es una medida plausible o dicho más cursimente de higiene democrática. El primero que aplicó tal cosa, solo ocho años (como el Dyc) fue Aznar, que para mi gusto podría haber estado cuatro. O dos. Además de limitar los mandatos, el Ejecutivo andaluz se ha comprado una abuela. Para que les diga lo que ellos repiten: en cien días se ha cumplido con creces todo lo previsto.

Han hecho mucho, pero es incomprensible afirmar que se ha hecho todo. La existencia del político se justifica en que haya problemas que resolver. De seguir este ritmo, habrá que ver a final de legislatura si se ha cumplido todo, todo, todo al cien por cien. Descartando que sean robots y proclamando la fe en que son humanos, habrá que colegir que algo, algo, dejaran sin ejecutar. Enemigos no.

La dirigente del PP Dolores López fue la más hiperbólica ayer, proclamando que el Gobierno andaluz «bate todos los récord de eficacia». Esta mujer está para escribir prólogos o presentar libros, me la pido. Presentar libros o escribir prólogos es sobre todo hablar bien del autor, echarle unos elogios por encima, salpimentarlo una mijita, ensalzar sus virtudes y proclamar que es el mejor entre los mejores. Para López, Bonilla es el mejor autor que hay. Autor de medidas gubernamentales. La oposición a Bonilla es más como de Azorín, frases cortas, en este caso hirientes, cortantes, adjetivando a lo chungo, en negativo, como es su trabajo. A algunos opositores, que viven muy bien en la oposición, habría que limitarlos también.