Cada día que pasa se conoce un nombre al que De la Torre ofreció ir de número dos. Es triste no tener un dos. Es lo malo de ser muy uno. Los dos siempre han funcionado muy bien en política. El dos más dos de todos los dos fue Alfonso Guerra, cuya gran virtud era no querer ser número uno. A veces al número dos de algo se le llama vice. Vicepresidente. Otras veces se le llama sub. Subdirector. Pero De la Torre los llama por teléfono. Le dicen que no. Acabó aquel tiempo en el que si De la Torre me dice ven lo dejo todo. El acalde es un nombre que vivió a un teléfono pegado recibiendo negativas, como adolescente que trata un sábado por la tarde de pescar en la agenda alguna compañía para un cine o un burguer. A De la Torre le han robado el mes de abril. Tratando de hacer la lista electoral para las municipales, pero entre quienes se han ido al ámbito de la Junta (llamados por el otro sector del PP), los que prefieren seguir en sus alcaldías, los que no quieren abandonar su ocupación privada y los que no lo soportan ya, las bajas y deserciones se han ido sucediendo. De la Torre a dos velas. No hay dos que por bien no venga. A dos rogando y con el mazo dando. Algunos de los que parecen promocionados están ahí porque no había más gente. A De la Torre le ha salido una lista desigual que no era su lista, ni la deseada, ni la preferida. No le pregunto a la gente de donde viene, dice De la Torre tomándonos por tontos cuando se descubre que una de las integrantes de su candidatura era de Ciudadanos hasta hace cinco minutos. Como si el alcalde no fuera de esos que se estudia el currículum de sus colaboradores hasta la extenuación. Otra cosa es que le importe, no hay más que ver la nula formación de algunos de los más eficaces del equipo de Gobierno.

Tanto tiempo se ha pasado De la Torre matando delfines, arrinconándolos, puteándolos y aburriéndolos, que finalmente la grada ha creído que las llamadas de él para ser número dos eran trampas para osos. Carlos Conde cabreado, el hombre, trabajador ejemplar, que ha cincelado su figura y oratoria, se ha fajado y ha desalojado marrones. Relegadete.

Al final, no se sabe si por justicia poética, por cachondez del destino o por carambola, puede que el delfín sea el que ya era, que ahora está en Sevilla y lo mismo se labra allí un porvernir que se lo labra en Madrid o concursa en las municipales de dentro de cuatro años. No hay dos sin tres. Lo saben hasta los hados.