El ángel huido. El ángel caído. El recolocado ángel. Traidor demoníaco para unos, héroe para otros. Ángel Garrido se ha fugado del PP y se ha pasado a Ciudadanos. Ustedes ya lo saben. El presidente de la Comunidad de Madrid (sustituyó a Cifuentes) iba en las listas peperas al Parlamento Europeo pero se ha enrolado en el riverismo naranjismo. Lo escenificó por sorpresa, apareciendo en un mitin de Ciudadanos. Una de las razones que ha dado es que en el PP le faltaba «algo de cariñito».

Garrido no va a llegar nunca a nada y si llega aquí estaremos haciéndonos famosos por el error de la profecía, pero al menos el hombre acierta a describir uno de los grandes leiv motiv del ser humano: el cariñito. El cariñito hay que darlo, hombre, no se puede ser cicatero. Hay que dar los buenos días y elogiar el atinado color de la camisa del vecino, celebrar el nuevo peinado de nuestra compañera, alabar la esbeltez del jefe o la eficacia del subordinado. Pero la gente va por la calle, incluso por su casa, sin dar cariñito. Áridos, adustos. Bordes. Esaboríos. Y pasa lo que pasa. Que la gente se va.

Desde el cariño lo digo: urge un Ministerio del Cariño y una dirección general del cariñito. Oiga, a usted que le pasa, que estoy falto de cariño. Vuelva usted mañana. Pero a qué hora. A partir de las doce. Vale. Se llevará usted un cariño, pero tenga cuidado que caduca a los dos días. El cariño, ya saben, sobre todo si es el verdadero, no se compra ni se vende, pero hay gente que parece que ha nacido con una dosis de cariñito muy limitada y que a los veinte años lo han gastado. Van por la vida luego descariñados. No son amables (la amabilidad tiene otro artículo) ni por prescripción médica. Les cuesta trabajito reconocer el mérito ajeno (la envidia ha generado centenares de libros que no leemos porque nos da envidia que lo hayan escrito otros). Les cuesta devolver una sonrisa. A estas alturas del artículo estamos tal vez confundiendo la cortesía con el cariño pero para no liar al siempre ocupado lector, diremos, con cariño, que lo que queremos decir es que si todos adoptáramos una actitud un poco más empática el mundo iría mejor. Nótese que ni un experimentado articulista, como el que suscribe, está a salvo de una frase de Coelho o digna de un manual de autoayuda.

Diremos también que si la gente no fuera tránsfuga, traidorcilla y trepa la cosa también mejoraría bastante. La cosa y la política.

Ciudadanos está en modo atrapalotodo y corre el riesgo de atrapar un tropezón electoral con tantos movimientos y fichajes y recolocaciones, radicalismo de nuevo cuño y vaivenes. Con cariño.