Leí que Aznar, ese hombre, dijo en Elche, con ese testuz suyo de hacer amigos que es sello de la casa, moviendo el bigote de su arrogancia aunque no tenga bigote -este tipo, jarrón carísimo, tendrá bigote hasta que la palme y aunque se rasure cada día-, que estas erecciones generales son cruciales, ¿o diría elecciones? A ver si es lo mismo, papi. El buen faro de occidente, el padre putativo de Pablo Casado, también apeló con mano y voz marciales a no pararse en el pasado, tan manchadito de mierda siendo él el jefe de la banda, para mirar al futuro. Viva España. Y ahora en serio, pasada la campaña electoral, es más, ya que hoy celebramos las emociones generales, por favor, apelemos con fuerza al PP, sacad a Suárez Illana del zulo donde lo hayáis tenido encerrado. Que no, no nos reiremos más, en serio. Quizá se haya ido a Nueva York a abortar nacidos y los yanquis lo tienen preso. Resumir aquí lo que ha dado de sí el cuentacuentos de la campaña es tan aburrido como una reflexión de David Civera sobre Eurovisión, que dice que para ir al certamen con buen pie hay que sentirse y hacer algo español. ¿Hacer algo español? ¿Es español sentarse en el sofá de Bertín y taparse el paquete con el cojín mientras se bebe un vino y se come un cacho de tocino? ¿Es español decir con la boca que se ama España y su bandera y con la mano robar a espuertas y llevarse el caudal a paraísos fiscales? ¿Es español decir que no hay ceros en esa cadena «para que yo me siente ahí» y ahora ver a Isabel Pantoja saltar del helicóptero como una vulgar mortal que ha de currarse el sueldo para entretener a la chusma que pedirá su sangre en cada programa? Mientras hoy este país va a los colegios a echar su decisión, los concursantes de Supervivientes están ya en Honduras para vivir la vuelta de Jorge Javier Vázquez a la tele después del latigazo que le dio su cerebro por falta de riego. Sin riego no hay erección, como se sabe. Y sin erección, la emoción es escasa.

La banderita de Teo

Dicho esto, pido de rodillas al PP que no retire del mercado, de la tele, del circuito, de nuestra vida de espectadores hambrientos de carnes y grasas saturadas como un bollo empapado en aceites de palma a Cayetana Álvarez de Toledo. ¿Dónde estaba antes de estos días esta mujer? Sólo recordamos aquel chispazo que ya apuntaba maneras cuando dijo «no te lo perdonaré jamás, Manuela Carmena, jamás», a raíz de la frustración que, según la jirafa parlanchina, sufrió su hija con los trajes de los Reyes Magos madrileños. Sólo era el comienzo de una carrera fulgurante. Cada vez que abre el pico, a Paquirrín se le enquista una lorza y no hay gimnasio que la elimine. Urge, en tiempos de zozobra social, que doña Cayetana opine de todo, de pantojismo, laicismo, senderismo, ocultismo, arcaísmo, milenarismo, espejismo, nudismo, feminismo, nacismo, o parteras a tiempo completo. Que se ponga intensa, que arrastre esas eses silbantes que me ponen al borde del orgasmo ideológico y a ella, impávida, tiesa, quitándole la espita a la bomba de racimo que siempre suelta, siempre, hable de lo que hable. Cayetana es como Paz Padilla, una loca del coño que va a su bola. Ah, Sálvame. Que se quite La Sexta noche y el debate a siete con el guerrero Gabriel Rufián o el rancio lanzador de huesos de aceituna Teodoro García y sus circunspectas y sentenciosas maneras si en Telecinco, por algún sitio te la hinco, está Mario Vaquerizo reflexionando al más alto nivel, a todo lo que da su máquina, y da poco, la verdad, sobre sus preferencias ideológicas para decir que no se posicionan «en política -ni él ni la pepona de Alaska, que al mismo tiempo asegura que siempre ha votado a la izquierda- porque no lo tienen claro». La madre que parió a este tío. ¿Lerdo? Qué va. Ahora se llaman «profesionales de la televisión», según grita una horrorosa y picassiana María Patiño. Resumo. Teo, con la performance de la banderita que le da a Rufián, podría pasar como gran bufón -junto a Naranjito Rivera-, maleducado, maestro de provocadores, y un «profesional de la televisión» al plató de Telecinco sin mayor problema para seguir con las erecciones, emociones, o elecciones generales junto a Belén Esteban, otra experta en todo.

Voto por...

Y a todo esto, ¿dónde ha estado el tío de la mula? Donde sea menos en una entrevista, donde sea menos en un debate, en cualquier sitio donde mostrarse como mártir, como excluido, y así abrirse en canal ante sus feligreses y enseñorear ese pecho lobo, duro y bronco, para ir de víctima perseguida aunque poniendo velas a sus santos por eso, por haberlo excluido del clan debatiente, regalándole la Junta Electoral Central lo mejor que se le puede regalar a quien sólo tiene palabrería de charlatán, que no tenga que explicar nada de nada de nada. Ni siquiera esa amenaza de fanfarrón que pregona que cerrará La Sexta porque no le viene bien lo que dicen de su club de hombres cabales, porque La Sexta no les da lo que quieren. Vamos, otra Chabelita Pantoja que amenazó una noche al volver a casa de juerga al que fuera su novio, Alejandro Albalá, con llamar a la poli por no querer trajinársela, por no cumplir con su santo deber de ponerse emocionado y, erecto, penetrarla hasta cantar a dúo La Traviata. El chico lo contó donde hay que contar estas cosas, en la tele. Cuánto tienen que aprender los aspirantes a gobernar este corral de país de los profesionales de la pantalla. Y de los profesionales de la casquería craneal si esto existe. Que ha dicho Fernando Savater, sí, el filósofo antes tenido y conocido como alguien sensato, que con tal de echar del Gobierno a Pedro Sánchez «debemos aceptar los votos de Vox». ¿Ve usted, don Fernando? Me estoy poniendo burro. No se puede mezclar elecciones, emociones, y erecciones, que uno es débil y capaz de ir con la papeleta tiesa al colegio electoral y meterla por el primer agujero que se ponga a tiro. Así que voto por...