'Felicidades', por Juan Fernández Sánchez

A todos y todas. En especial a aquellos políticos y aquellas políticas que van a piñón fijo y que su programa, primero electoral y luego de gobierno, se basa en repetir mil veces lo de ‘las derechas e izquierdas’, como si eso fuera suficiente para resolver los múltiples problemas del país, todo ello apoyado por los palmeros de turno a posta para intentar obtener un puesto en los chiringuitos, e incluso de forma ‘involuntaria’ por periodistas, editorialistas y tertulianos que se dejan llevar por la muleta roja de ‘izquierdas progresistas’ y ‘fachas de derechas’.

Enhorabuena al próximo pseudopresidente del Gobierno, Iglesias, que desde la sombra (y no tan sombra) probablemente actuará como presidente, además de exigir que Podemos obtenga diversas carteras ministeriales y (lo que no suele verse a primera vista) numerosas secretarias de Estado y puestos clave, quizá moviendo los hilos del Gobierno a su antojo.

Felicidades a los muy feministas y feministos que apoyan o miran para otro lado sin criticar la barbarie y, en este caso sí, el fascismo de amedrentar a mujeres y llamarlas ‘putas’ al atreverse a opinar diferentes a ellos (como a Cayetana Álvarez de Toledo e Inés Arrimadas). Enhorabuena a los que defienden o miran para otro lado cuando la presidenta de la mesa en donde votó Inés Arrimadas negara darle la mano, lo cual retrata muy bien el ‘seny’ y el grado de diálogo y educación de muchos separatistas catalanes.

Como si fuera, cual lo de ‘derechas e izquierdas’, otro argumento contundente e irrebatible que servirá como maravilloso programa para resolver todos los problemas, Sánchez afirmó solemnemente: «Ha ganado el futuro y perdido el pasado».

El tiempo, como casi siempre, dará la razón o no a las personas, y pondrá a cada uno en su lugar, pero lo cierto es que España ha dicho adiós al pasado de la reducción del paro en la última década, para perder en la actualidad casi por goleada (que miren las estadísticas) y, probablemente, para seguir perdiendo en el futuro.

Bienvenido, Frankenstein II.