La nueva Ruta de la Seda, conocida en inglés como la Belt-and-Road Initiative, constituye un claro desafío de Pekín a la hegemonía estadounidense y un intento de crear un nuevo orden global.

Más que un nuevo imperio colonial al estilo de los viejos imperios europeos, se trata de un proyecto basado en una red de comunicaciones y relaciones económicas que permitirá a China ejercer mayor presión económica sobre otros países.

Así lo cree el politólogo y ex ministro portugués para Europa Bruno Maçaes, que trabaja actualmente como analista en Pekín y es autor de varios libros dedicados a China y el nuevo orden mundial (1).

Para Maçaes, el nuevo proyecto de ese extrañó híbrido capitalista/comunista que es la actual China no va dirigido no en concreto contra Estados Unidos, sino más bien contra un orden global hasta ahora dominado por Washington.

Bajo la presidencia de Donald Trump, EEUU parece convertirse en un poder autónomo que no tiene que tener en cuenta para nada con los demás, como demuestra, entre otras cosas, su negativa a depender de China para una nueva red de telecomunicaciones de la quinta generación.

De ahí también las presiones de todo tipo que ejerce la Casa Blanca sobre los países aliados, entre ellos los europeos, para que no acepten la oferta del gigante chino de ese sector Huawei con el argumento de que, si lo hacen, se volverán mucho más vulnerables a Pekín.

En opinión del politólogo portugués, Europa debería resistir las presiones estadounidenses y no tener miedo a depender de China para su red 5G en la confianza de que también los chinos tendrán que contar más con Europa.

Al igual que sucede con Rusia y Estados Unidos, China teme una Europa unida y preferiría negociar desde una posición de fuerza con los países de la UE por separado, pero, sostiene Maçaes, el desafío chino puede ser al mismo tiempo un gran acicate para la integración europea.

La razón por la cual ha costado hasta ahora tanto conseguir la unión del Viejo Continente tal vez haya sido la inexistencia de una amenaza "existencial" porque, por ejemplo, en tiempos de la Unión Soviética, siempre estaba el escudo protector norteamericano.

Pero, opina el experto portugués, "tal vez un día tengamos que agradecer a China que nos haya ayudado a los europeos a unirnos y trabajar juntos".

El gigante asiático se ha adelantado mientras tanto a Europa en sectores tecnológicos en los que deberíamos llevar aquí la delantera y representa un desafío económico.

De pronto, las empresas europeas se encuentran con dificultades de penetración en mercados como los africanos donde eran hasta hace poco dominantes, pero en los que ahora tropiezan con la competencia de las empresas chinas.

El desafío económico chino no se limita al antes llamado Tercer Mundo, sino que se extiende también a la UE, donde hay países como Hungría o Grecia que apoyan la posición de Pekín en temas de derechos humanos, en lo que divergen de la posición común de la UE.

En opinión de Maçaes, el ejemplo de China hace que también Europa se interese cada vez menos por la situación de los derechos humanos en ese país: "Cuando los diplomáticos europeos se reúnen con sus homólogos chinos, ya no hablan de derechos humanos como hace diez años", señala.

Y añade: "Ya no esperamos occidentalizar a China, sino que nos contentamos con que ese país respete determinadas reglas básicas de la competencia económica".

Maçaes es un firme partidario de la "realpolitik" lo mismo frente a la Rusia de Vladimir Putin que a la China de Xi Jinping. "No podemos decir sencillamente como hacen los norteamericanos: No nos gustan esos regímenes y no queremos tener nada que ver con ellos".

Europa no debe en ningún caso "romper con China aun cuando EEUU trate de que lo hagamos" porque entonces lo más seguro es que se unan China y Rusia y resurgirá la mentalidad de "guerra fría", algo que nos interesa evitar por encima de todo, afirma Maçaes.

(1) En declaraciones al diario suizo Neue Zürcher Zeitung