El desmoronamiento del Partido Popular en Andalucía es dramático. El primer examen en las urnas al Gobierno andaluz de coalición entre el PP y Ciudadanos con el apoyo de la ultraderecha de Vox ha sido muy duro para el PP. Moreno Bonilla y Elías Bendodo se lo tienen que pensar y no dejar a que la triste y cabreada Dolores López, secretaria general del PP andaluz, se comiera el marrón en la noche electoral del 28 A. El PP ha perdido cerca de 700.000 votos, que se dice muy pronto, desde las últimas generales de 2016, que se traduce en que 12 diputados (pasa de 23 a 11 escaños) se han ido por las cloacas de la corrupción y por una horrorosa campaña electoral, con Casado como especialista mayor del Reino en el insulto.

Y se lo tienen que pensar Moreno Bonilla y Elías Bendodo porque su compañero de gobierno, Ciudadanos, ha conseguido levantar unos 25.000 votos más que el PP, consiguiendo el anhelado sorpasso en Andalucía y lo relega a tercera posición. Su socio, Juan Marín ha sido el ganador de la derecha y ello, aunque se diga lo contrario, tendrá repercusión a medio plazo en la gobernabilidad de Andalucía. Si este sorpasso se incrementa en las elecciones locales a celebrar el 26 M, algo posible, el PP andaluz se verá obligado a una catarsis profunda pero, sobre todo, a demostrar a los andaluces que saben gobernar, que tienen oficio y sentido de Estado, algo más que levantar alfombras y como los perros en celo olfatear donde están los orines y mierdas que defecaron los socialistas. Gobernar es saber gestionar las necesidades de los ciudadanos y no recrearse en lo mal que lo hicieron los socialistas, según los vates populares. El PP no parece darse cuenta de que este partido se ha hundido en Madrid, Barcelona (con la Cachetana Álvarez de Toledo, a la cabeza), Andalucía, Euskadi y ceden en Murcia o Galicia. Esta es la cuenta de resultados de un inconsistente e inmaduro Pablo Casado que se entregó al resentido José María Aznar llevando al PP centrado a los extremismos de la extrema derecha. Y al acecho, un histérico Albert Rivera que rabia por las esquinas su manifiesta incapacidad para modular, con cierto sentido, el centro derecha liberal.

De todos modos, aquí en Andalucía, la derecha está tranquila. No hay tambores de guerra en lontananza. Vox no romperá la baraka. Moreno Bonilla tiene una flor en el culo. Baraka. Moreno simboliza la suerte. De estar desahuciado, gobierna. Y nada menos que Andalucía. Vox ladrará pero no morderá. De ello se encarga Elías Bendodo, pastelero mayor del reino andalusí. Mima a Vox y le pasa la palma de la mano por la espalda al exmagistrado Serrano. Que no se haga ilusiones Susana Díaz. El gobierno andaluz tiene cuerda para rato, como el patito de Duralex. Y por ello, saca pecho el tándem Moreno-Bendodo y celebra con alborozo los 100 días de gobierno. Nada espectacular tienen en la alforja, pero ahí están con su ancha sonrisa. Si rascas un poco, se ve todo lo contrario: amargura y dolor porque haber perdido 12 diputados en Andalucía es para pensárselo. Ahora, por boca del inconsistente e imberbe Pablo Casado, dicen volver al centro y Vox clama en el desierto porque Casado relata las mamandurrias (sin trabajar, oiga) de un tal Santiago y Cierra España (este columnista fue el primero en tildarlo de esta guisa). Tampoco pasará nada. El PP andaluz está, gloriosamente, satisfecho. Que se lo haga ver, porque el futuro cercano, a la vista de estos resultados, no parece que vaya a ser muy halagüeño a raíz de cómo se ha teñido de rojo el mapa andaluz y aunque las elecciones locales circulen, en parte, por otros parámetros, los populares andaluces no gobernarán en ciudades de más de 20.000 habitantes y perdiendo la joya de la corona, la ciudad de Málaga gobernada por Paco de la Torre, a la que se sumarían, previsiblemente localidades como Marbella, Estepona, Antequera y Fuengirola. A no ser que la derecha (PP y Cs) sumen con la extrema derecha, a la que no harán ascos si se trata de alzarse con alcaldías y diputaciones. El vuelco en Málaga sería histórico, con la posibilidad de que la izquierda recupere el tradicional feudo popular. Dani Pérez, joven y suficientemente preparado, que tiene razonablemente los pies en el suelo, se está armando de sólidos argumentos para jubilar a Paco de la Torre. Un cambio histórico que no impide reconocer el papel que este alcalde ha tenido en la transformación de Málaga. Pero su tiempo ya ha pasado. Málaga necesita savia nueva y joven y Dani Pérez se siente capaz y con fuerza para ello.