El hijo de Jorge Sanz los mira como si fueran bichitos. En uno de los restaurantes donde se come el maravilloso pescado de Melilla nos han puesto unos langostinos pequeños y atigrados que, lejos de Sanlúcar, han nacido en la mar chica. Jorge Sanz me repite eso de que tiene un hijo cada 12 años. Y de tres madres distintas. Lope, un mini Jorge de sonrisa juguetona, tiene cuatro años y se sube a la silla de ruedas que su padre utiliza para descansar su pierna «estropeada». Cojeando recibió Jorge en el escenario del teatro Kursaal el homenaje que ayer le dedicó la 11 Semana de Cine de Melilla, la entrañable ciudad que aún mantiene el prefijo telefónico de la Málaga en la que yo crecí.

Isla

La política en España también parece habitar una mar chica, a pesar de que ya haya casi tantos partidos como especies marinas en la bahía de Melilla. Pero ninguno parece dispuesto a distanciarse de los demás, a dar la talla. Algunas de las declaraciones de algunos, tras el resultado electoral del domingo, están faltas de autoridad y rozan el ridículo. Supongo que a medida que la gente dejó de leer periódicos -y no me refiero a la llegada del formato digital- fuimos invalidando también nuestra clase política. Por eso se atreven a hablarnos así. En ese terreno tan vulnerable para el espíritu crítico, la llegada de las llamadas fake news y la posverdad eran algo anunciado. Por la mar chica de la política todo es chico. No entra el océano con su renovado oleaje. La mar chica del puerto llamaba en verso el llorado Alcántara a ese trozo de azul y barcos que se queda dentro de la ciudad. La mar chica aquí es una laguna salada de unos ocho metros de profundidad que baña la costa de Nador, Beni Ansar (ciudad fronteriza con Melilla) y Kariat. Se separa del mismo Mediterráneo que baña también Málaga por dos franjas de arena. Una se llama aljazeera, como la cadena de televisión. Y por eso sé que en árabe la palabra significa isla. Este tiempo que vivo en Melilla también es una isla..

Ariadna y David

Hay algo civilizado y moralmente respirable en algunas de las personas que me rodean estos días. Tiene mucho que ver con la Cultura, así, con mayúscula. La Cultura a la que tan poco tiempo le han dedicado nuestros políticos en la pasada campaña (que ya se junta con la actual del 26 de mayo. Ojú). El cineasta David Trueba está rodando su última película aquí. Cuando hoy se vaya de Melilla rodará también algunos planos bajándose del ferry, en Málaga y alrededores. David entregó ayer el premio a Jorge Sanz. Pero otra de las homenajeadas en la ciudad celeste fue su ex mujer y madre de sus dos hijos, la actriz Ariadna Gil. Actualmente, Ariadna comparte su vida con el actor Viggo Mortensen. La casualidad ha hecho que desayunáramos juntos Trueba, Ariadna y sus dos hijos, además de otros compañeros de esta rara forma de vida que es un oficio. El inteligente sentido del humor de David Trueba. La serena calidez de Ariadna. La educada manera de desenvolverse de sus hijos en la mesa compartida. La Cultura como bálsamo, como vacuna y como medicina.

Educación sentimental

Pero no es fácil reconocer una mirada enamorada y salir indemne del encontronazo. Cuando volví a la habitación del hotel Melilla Puerto, tras el desayuno compartido, busqué esos párrafos de Javier Cercas en los que habla de cuando Ariadna abandonó a su amigo David: «Hasta que un día, mientras me contaba que acaba de verla para hablar de los niños, como hacía a menudo, se desmoronó y empezaron a correrle las lágrimas por las mejillas. Sintiéndome impotente, le dejé llorar; luego le dije con rabia que se estaba equivocando y que una cosa es ser un caballero y otra un imbécil. -Preocúpate de ti, coño- le dije furioso. Olvídate de esa mujer. Y desahógate un poco. No pasa nada. Llámala a ella bruja y a él sinvergüenza... -Ya me gustaría a mí Javier, pero es que no puedo. Tú no lo entiendes: es normal que el tío sea muy guapo y muy rico y hasta que tenga los ojos azules; el problema es que además el hijo de puta es un tío estupendo, una persona buenísima y un actor cojonudo... ¡Pues por lo menos cágate en tu mujer!», replicó Cercas. ¿En la madre de mis hijos?, contestó Trueba horrorizado. ¿Cómo se te ocurre? Además, en el fondo la culpa de todo es mía: ¡Pero si casi fui yo el que terminé de convencerla de que estaba enamorada de ese cabrón y de que se largara con él!» David es David y Goliat...

Salvador

Si vienen a Melilla, un poco la mar chica de Málaga en un cuento oriental, pese al impacto visual de la valla fronteriza, paseen por entre sus fachadas modernistas y disfruten de la ciudad vieja o ciudadela, fortificada todavía con los restos de Rusadir, aquel asentamiento fenicio y luego romano invadido una y otra vez por bárbaros, árabes, bereberes y hoy, felizmente, por turistas embobados como yo. La rehabilitó el arquitecto malagueño Salvador Moreno Peralta. Ayer también le nombré, como ahora... Porque hoy es sábado.