¡Dios, la que se ha armado en Alemania después de que al dirigente de los Jusos (Jóvenes Socialistas), Kevin Kühnert, hablase en una entrevista de «socializar», que no nacionalizar, las grandes empresas, por ejemplo la BMW!

¡O de que en el reciente congreso de los Jusos, se preguntase por qué es tolerable que una persona tenga en propiedad veinte pisos mientras otros no pueden permitirse un techo por el precio cada vez más abusivo de los alquileres!

Los dirigentes de los Jóvenes Socialistas se han distinguido siempre por sus declaraciones provocadoras aunque, tras años de carrera política, los fogosos oradores de antes parecen domesticados por el sistema.

No hay más que fijarse en el vicecanciller y ministro de Finanzas de la actual coalición, el socialdemócrata Olaf Scholz, que apenas se distingue en su obsesión ahorradora de su predecesor en el cargo, el cristianodemócrata Wolfgang Schäuble.

Pero las declaraciones de Kühnert al semanario liberal Die Zeit han indignado a los mayores del partido, que creen que en nada les beneficia esa polémica en vísperas de las elecciones europeas, en las que los socialdemócratas temen pegarse un nuevo batacazo

Bien mirado, Kühnert se ha limitado a poner a sus correligionarios ante un espejo y a preguntarles por el modelo de sociedad en que, también con su concurso, estamos instalados y donde se pone en entredicho algo tan elemental como es el derecho a la vivienda.

Una sociedad neoliberal en la que, tras la caída del muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética, los gobiernos, socialdemócratas incluidos, no han dudado en revertir conquistas sociales y laborales tan trabajosamente logradas por anteriores generaciones de trabajadores.

El líder de los Jusos dice también algo evidente y es que los capitalistas no son ya, a diferencia del pasado, fundadores de fábricas o capitanes de industria, sino afortunados individuos que se han hecho con paquetes de acciones, fondos de inversión o un parque de viviendas con las que poder especular.

Todo ello es cierto, y, sin embargo, afirmarlo sin tapujos es demasiado en este momento para los dirigentes del SPD, que acusan a Kühnert de egolatría y falta de solidaridad con el partido.

Las reacciones de otros interesados no se han hecho esperar, y así, para el presidente del comité de empresa de BMW, «este SPD no es elegible para los trabajadores alemanes». Natural repulsa después de que Kühnert hablase de convertir su empresa en una cooperativa.

No menos tajante se ha mostrado el semanario Der Spiegel a través de uno de sus colaboradores: Kühnert «pone en peligro al partido, han de excluirle. Un socialista no pinta nada en el SPD».

Y lo explica citando el programa actual de ese partido, según el cual «el socialismo democrático sigue siendo la visión de sociedad libre, justa y solidaria, cuya realización es para nosotros tarea permanente».

«Una visión sólo seguirá siendo una visión mientras no se convierta en realidad», sentencia el articulista, uno no sabe bien si totalmente en serio o en tono irónico, el articulista.

Más comprensivo, el diario muniqués Süddeutsche Zeitung critica la 'histeria' desatada por las declaraciones de Kühnert entre los cristianodemócratas, los liberales e incluso entre muchos socialdemócratas y ecologistas.

Y comenta que el deseo de poseer no obsesiona ya como en el pasado a los jóvenes alemanes y que muchos, antes que comprar un coche, prefieren compartir uno entre varios, utilizar los transportes públicos o moverse en bicicleta.

Entre las virtudes de internet está haber facilitado precisamente la llamada economía colaborativa, que no tiene nada que ver, añadiría uno, con el negocio que permite a empresas como Airbnb o Uber lucrarse con las necesidades de la gente y eludir de paso el pago de impuestos.

Por cierto que la publicidad no ha tardado en sacarle punta a las declaraciones del joven socialista. «Querido Kevin, reza el mensaje de una conocida empresa de alquiler de coches, por nosotros, que se expropie ahora mismo a los propietarios de automóviles».