Hace diez días que buena parte del respetable se muestra ansiosa, como con falta de vidilla electoral. El vacío dejado por el más que luengo periodo que culminó el pasado veintiocho de abril ha dejado a la peña con el intelecto vacío de tertulias, diatribas y mítines electoralistas durante el desayuno, el almuerzo, la merienda y la cena.

Aunque habrá que investigar a fondo para concluir si se trata de una teoría o de una ley universal, para mí empieza a ser más que evidente que la gazuza electoral afecta morbosamente a ambos hemisferios cerebrales de algunos sapiens, y que esa afectación alumbra ciudadanos que, al no sentirse vehementemente cortejados por los actores de los partidos políticos que imploran sus favores votantes, se convierten en ciudadanos castrados emocionalmente.

Diez días de ausencia de actores políticos sobre el escenario electoralista mal imitando a Jacques Brel son muchos días para esos ciudadanos votantes que a base de baños de inmersión en endorfinas --los neurotransmisores responsables de la felicidad--, se han vuelto adictos a los ardorosos embelecos envueltos en frenesí y a la fogosa pasión de los embolismos mitineros de los donjuanes que imploran su voto y su favor.

¿Quién, sintiéndose desvalido, no se volvería un enamorado dependiente de los mítines electorales que se empeñan en metaforizar a Brel, parafraseándolo?: "No me abandonéis. Es preciso olvidar todo: lo pasado, los malentendidos, el tiempo perdido... No me abandonéis. Yo os ofreceré lluvia hecha de perlas traídas de tierras donde nunca llueve. Y cavaré la tierra hasta tras mi muerte para cubrir vuestros cuerpos de oro y de luz. Y levantaré un reino donde el amor será rey, donde el amor será ley, donde todos seréis reyes y reinas€". Tal que así, más o menos, es la cantinela donjuanesca cada cuatro años, independientemente del tipo de comicios.

Obviamente, respecto de Brel, ninguno de los actores políticos, ni por asomo, da la talla de la genialidad y la sensibilidad hecha carne, ni la dará, estimo, en sus próximas treinta o cuarenta mil reencarnaciones, como poco. Pero hay una obviedad comprensible en cada mitin: las almas desvalidas y desesperadas, cuando se bañan en endorfinas son presa fácil para el amor ciego, para el amor sordo y para el amor mudo, al menos hasta que el desamor comparece y pasa lo que pasa...

Es probable que si el de Schaerbeek levantara la cabeza y observara el uso que acabo de darle al mensaje de su canción, a mi juicio la más hermosa canción de amor jamás escrita, directamente me escupiría, pero, en mi caso, la única que manda siempre en el folio es la pluma, no yo. O sea, que lo escrito, escrito está. Perdóname maestro.

Al hilo de la política donjuanesca en época de elecciones, cada vez que medito sobre lo que algún día será un libro cuyo título bien podría ser "La manipulación de las almas", me entristezco en nombre propio y me ruborizo en nombre de algunos prójimos, demasiados siempre. No ya por la trascendencia de las tácticas durante los periodos electivos, sino por el venenoso disfraz de las circunstancias dimanantes de las propias promesas electoralistas. La Democracia es una superstición muy difundida, un abuso de la estadística, dijo Borges cuando el sentido de la vista ya lo había abandonado. Cuando el destino congénito le apago la luz de los ojos, Borges encendió los cientos de miles de vatios de luz de su imaginación, y creció y creció y creció... Por si alguien no ha recibido aún el mensaje sutil, sépase: para llegar al fondo de Borges, para respirar sus entendederas, hay que leerlo con la luz de los ojos apagada.

La estadística, esa arma táctica del donjuanismo mitinero, durante los periodos electorales son una herramienta que actúa a modo de elixir de amor para ese elector que más que elector es un simple votante, y fuera de los periodos de comicios unas desafinadas maracas para entretener interesadamente al embaucado respetable hasta las próximas elecciones.

Felizmente, para los ciudadanos dependientes de los baños de inmersión en endorfinas propios de las arengas donjuanescas, en pocos días se desatará un nuevo frenesí mitinero que los colmará de gozosas promesas e intenciones imposibles.

Ne me quitte pas, je t'inventerai des mots insensés que tu comprendras. Ne me quitte pas, ne me quitte pas, ne me quitte pas€ Perdone mi osadía otra vez, maestro.