Dicen que un pedrusco con la fuerza de 185 bombas de Hiroshima se acerca peligrosamente a nuestro planeta. Más concretamente, y según los investigadores del Instituto de Astrofísica de Canarias, el asteroide pasará entre la Tierra y la Luna el 26 de febrero de 2082. Como los descubridores son españoles han llamado al asteroide 2019DS1. Oportunidad perdida de pasar con gloria a la Historia. Seguro que los científicos americanos hubieran apodado la amenaza como el fabricaviudas, el abrazo de la suegra, o la muerte total.

Sea como fuere, el asteroide viene para acá y ya lo tienen fichado por si detectan alguna variación de masa, velocidad o dirección. Qué gran trabajo ese. Sentarte en tu telescopio, sacar la calculadora y vigilar una piedra volante durante 63 años. El sueño de Raj Koothrappali. Básicamente es como un político en una comisión parlamentaria, con la mente en pause y los resultados en Babia. Sin prisa, si es que alguna vez la tuvo, tomándose su tiempo. Que en todos los trabajos se fuma.

La amenaza es real, y la NASA ha iniciado un protocolo de actuación que, desde ya, se me antoja tan útil como los cinturones de seguridad en un accidente aéreo. Si el asteroide decide impactar, no sé qué quieren que hagamos. Aún así, la semana pasada realizaron un simulacro internacional en la Conferencia Anual de Defensa Planetaria. Toma. Chúpate esa. Los guiris sí que saben poner nombres con gancho.

En teoría se trataba de recrear la gestión del peor escenario posible y simular las mejores respuestas a la no tan inminente catástrofe con decisiones eficaces como optimizar las comunicaciones, asegurar redes de abastecimiento, ponerle pilas a los walky-talkys de Protección Civil y cosas por el estilo.

El problema surge a la hora de tomar una decisión vital. Todos hemos visto suficientes películas de ciencia ficción como para saber que, irremediablemente, llegado el momento, las administraciones pondrán a buen recaudo a las mentes más privilegiadas de la Tierra. Les meterán en un bunker, les tendrán vigilados, y les encomendarán la ardua tarea de reanudar el ciclo de la especie humana por donde se quedó antes del leñazo. Como Supervivientes pero en versión gafapastas y sin la Pantoja.

Aquí en España concederán 20 plazas para embarcar en esa especie de Arca de Noé subterránea que asegure el nuevo mundo, y se liará un follón de aúpa. Que si hace falta paridad, que si no se admiten fumadores, que si Fulanito sufre flatulencias y nadie va a querer compartir estancia, que si la minoría catalana no se ve representada, que si Rosalía no puede entrar porque al tercer TRÁ TRÁ la echarían entre todos. Lo dicho. Un follón.

En mi opinión no va a librarse nadie, así que me preparo para lo peor esperando lo mejor. Creo que el bólido hará diana sobre mi barrio y prefiero fantasear sobre el asunto. Quiero que el asteroide impacte sobre algunas personas concretas. Pero no de lleno, que no soy tan malvado, sólo de refilón. Lo ansío en plan no te deseo ningún mal, pero ojalá que un día estés tomando algo tranquilamente en una terraza y el camarero te limpie la mesa con esa bayeta mugrienta que huele a chotuno. Sí, esa. Tú sabes cuál es.

Quiero que el asteroide roce a las siguientes personas, pero lo justo como para quitarles la tontería: A Jiménez Losantos, condenado por decir que el hijo de Carolina Bescansa debería estar en un contenedor. A Begoña Cabeza, que atacó a una representante de VOX usando para ello a sus hijos menores, uno negro y el otro con síndrome de Down. A algunos directivos de banca, por entorpecer dolosamente la devolución de las cantidades indebidamente cobradas durante años. A los que tiran plásticos al mar, porque encarecerán los espetos. A todas las personas que no leen, por cerrase la puerta a mil vidas diferentes. A los que creen que su pueblo es el mejor, porque no conocen el mío. A los que dieron por muerto al Liverpool, por dar por muerto al Liverpool. A los que hacen spoilers de Juego de Tronos, porque merecen arder en fuego varílio. Y, por último, a los que salen a correr a las 7 de la mañana, por ofender a la esencia misma de la humanidad.

La lista es mucho más larga, pero no quiero aburriros. Qué más da. Para el año 2082, todos calvos.