En este intervalo entre elecciones, va quedando claro el sentido profundo de lo sucedido el 28 de abril: el regreso del centro. Quizás nunca se había ido, y el politólogo Pablo Iglesias tal vez lo presintiera cuando se volvió centrista en el debate a cuatro. En cambio ni por asomo lo imaginaba la derecha, en sus varias versiones, que ofreció casi un pacto a tres (que la llevó al desastre), y busca ahora migrar al centro a toda prisa. Seguramente sí lo sabía Sánchez, y frenó a tiempo su giro a izquierda del inicio de campaña. El caso es que el centro sigue ahí, como una fuerza centrípeta (nunca mejor dicho) que no deja irse muy lejos al que aspira al poder. Esa querencia, y no los partidos, es la que, desde la Transición, hace al final la gran política en España, voto a voto. Pero la querencia tiene sus quereres, y esta vez ha querido mirar desde el centro hacia la izquierda, creo.