Mi primera comunión

Estos días de mayo veo familias delante de las iglesias celebrando la primera comunión de los hijos. Yo recuerdo la mía como si fuera ayer en la capilla de mi colegio San José de la Montaña en Málaga en avenida doctor Ginachero. Mi madre me puso un traje alquilado de marinero cabo a las 8 de la mañana y mi padre me anudó la corbata mal. Yo con 8 años de edad era canihito y ya tan largo que el pantalón me quedaba corto por encima de los tobillos. Las monjas nos trajeron chocolate con bizcocho una vez tomado el cuerpo del Nazareno. Me puse como un cuadro de Picasso con el chocolate y mi madre me dio la capuana del pulpo aún llevando el Nazareno en las entrañas pero yo ya estaba curtido porque tenía la mano muy larga y la falda también. Me llevó a casa a lavar el traje mientras perjuraba en Arameo una vez recaudados 10 duros repartiendo estampitas. Mi padre propuso solemnemente una excursión a Torremolinos, tomamos el Portillo después de comer, nos dejó en la N340 a la altura de Cerro Largo en Montemar cuando sólo habían huertas y nos quedamos atónitos con la boca abierta ante el hotel Pez Espada, que era un coloso para nosotros, una vez bajada la cuesta terriza. Los mozos de equipajes ante las puertas vestían trajes celestes con hombreras engalanadas; los coches de los clientes eran mastodontes americanos. Mi padre: «Bartolillo, quiero que trabajes aquí algún día». Y así fue 11 años más tarde pasando además a la historia del hotel en el libro titulado Historia del hotel Pez Espada que fue editado para el 50 aniversario que yo y Luis Callejón Blanco hemos celebrado firmando cientos de ejemplares.

Bartolomé FloridoTorremolinos