La popularidad del «Grande Torino» de finales de los años cuarenta del pasado siglo y sus grandes gestas en el Calcio italiano traspasaban sus fronteras. Ecos que no solo resonaban en la Europa de la postguerra, sino que llegaban hasta la mismísima Sudamérica donde el futbol era vivido como una auténtica religión. Cuatro títulos de Liga consecutivos comprendidos entre los años 1945 y 1949 les hacían ser considerados los reyes del Viejo Continente y la demanda de los grandes equipos europeos para la disputa de partidos amistosos contra el «Il Toro» era muy habitual. Ni tan siquiera el sinsentido de la II Guerra Mundial había impedido que el balón siguiera rodando en el frío Piamonte italiano.

La amistad forjada entre Chico Ferrara, capitán del Benfica y Valentino Mazzola «il capitano» de la squadra turinesa hizo que el luso le arrancase la promesa de jugar en Lisboa un partido amistoso en homenaje a su trayectoria deportiva, a lo que Mazzola accedió sin dudarlo ni un instante. El gran delantero italiano llegaría a viajar enfermo, pero como diría poco antes de embarcar de regreso a casa en él avión Fiat G.212 de Avio Linee Italiane, «la parola é la parola», y como hombre comprometido no quiso faltar a la cita. El partido disputado el 3 de mayo en la capital lusa cuentan las crónicas de la época que fue legendario. Ganaron los portugueses por 4-3.

El 4 de mayo de 1949 y tras hacer escala en Barcelona, la expedición italiana reanudaría el viaje de regreso a casa, aun a sabiendas de que las condiciones climáticas por aquella época en la zona de los Alpes y la humedad del río Po hacían caer cada tarde una neblina sobre Turín que forzaban a los pilotos a realizar aterrizajes más que heroicos, eran muy adversas. A pesar de las recomendaciones de permanecer en Barcelona, los chicos querían regresar a casa para preparar el siguiente partido de Liga. Estaban a tan solo unas cuantas fechas de lograr un hecho insólito, vencer el Scudetto por quinta ocasión consecutiva. Pero aquella tarde algo no salió bien. Cuando el pájaro de acero se aproximaba al aeropuerto de Turín, desde la torre de control les dijeron que había nula visibilidad y que deberían aterrizar prácticamente «a ciegas». El piloto tomó la ruta alternativa en estos casos: sobrevolar la colina de Superga a 2.000 metros de altitud. O eso es lo que él creyó, pero en realidad el avión se encontraba ya casi a ras de suelo y terminó estrellándose contra el muro de contención de la parte posterior de la Basílica de Superga, que se encontraba en la colina de Turín.

A partir de esos momentos y mucho antes de lo previsto, el capricho del destino decretaba que desde esos mismos instantes nacería la leyenda de «Il Grande Torino». 31 personas fallecieron en aquel trágico accidente, de los cuales 18 eran jugadores del mejor equipo de Europa€

River Plate por aquel entonces reconocido como el mejor equipo de América y que contaba entre sus filas con grandes figuras como Alfredo di Stéfano, Ángel Labruna, Félix Loustau, Néstor Rossi o el propio Amadeo Carrizo y de la mano de su presidente Antonio V. Liberti, de inmediato se puso en contacto con las autoridades italianas para ofrecerse a jugar un partido amistoso a beneficio de los familiares de los fallecidos en un gesto de solidaridad sin precedentes.

Y así, el 26 de mayo de 1949 y tras ser recibidos por el mismísimo Papa Pío XII a su llegada a Roma, River Plate y un combinado de la Serie A llamado Torino Símbolo disputaron el partido más «hermoso» de la historia del fútbol. Los italianos formaron con Furiassi; Manente, Annovazzi, Giovannini, Achili, Nyers, Bonipetri, Nordhal, Hansen, Ferrari y Lorenzi. Y River Plate dispuso a Carrizo; Vaghi, Soria, Yácono, Rossi, Ramos, De Cicco, Col, Di Stéfano, Labruna y Loustau. El resultado (que sería lo de menos), fue de 2-2 con un Di Stéfano en plan estelar que hizo las delicias de los miles de seguidores italianos que llenaron a reventar los 70.000 asientos del estadio.

Aquello supondría el inicio de un idilio entre los dos clubes que perdura hasta nuestros días y precisamente esta semana se han cumplido 70 años de aquella tragedia y como sucede cada año, acuden a la colina de Superga en peregrinaje sus miles de fieles para rendir culto al mejor Torino de toda la historia, a los que se han unido desde Buenos Aires y en representación de River Plate en esta ocasión Rodrigo Daskal y Patricio Nogueira (presidente y vicepresidente del Museo de River Plate), para conmemorar tan señalada fecha. La tragedia hermanó a los dos equipos más grandes de la primera mitad del siglo XX, cuyos lazos permanecen visibles hoy por hoy en sincera y eterna amistad.