Vivimos en la era hiperlight. Todo es ligero. Incluido el ser humano. Los valores que importan son materiales y efímeros. Se busca la diversión como objeto supremo, el placer a toda costa, la permisividad, la libertad como valor absoluto que puede justificar cualquier conducta, como si no se tuviera la obligación de asumir las consecuencias de los propios actos. Porque se ha perdido el sentido de la responsabilidad y del deber. Por si fuera poco, la televisión se ha convertido en un medio omnipresente y todopoderoso. Y una de sus influencias más dañinas es la creación de falsos modelos sociales: toreros, futbolistas, cantantes de poca monta, políticos que dejan mucho que desear, top models, personajes de prensa 'rosa'...; hombres y mujeres, en definitiva, con el único objetivo de ganar mucho dinero y amasar bienes materiales. Y lo peor de todo es que estos personajes sirven de ejemplo a muchas personas. Quizás por eso, para mantenernos entretenidos y que el despiste nos alcance, se permiten estos programas en donde se banaliza la violencia y el sufrimiento, se manipulan las noticias, se miente, se calumnia, se descalifica, se grita, se insulta.... Lo cierto es que ante esta situación, muchas personas navegan sin rumbo. Porque carecen de pautas claras y coherentes para conducirse. Confunden la excitación con la intensidad. Valoran lo que no tienen por no tenerlo y lo que han perdido por haberlo perdido. Se pasan la vida consumidos entre la ansiedad y la nostalgia; en cambio, viajan por el presente con velocidad e indiferencia. Y caen en un vacío interior, por más que traten de rellenar, con cosas materiales, ese hueco ya de por sí repleto de objetos de quita y pon. Y, ¿no es un absurdo vivir de esta manera? Dicen los psiquiatras que la combinación de raciocinio, espíritu y cultura son los ejes de la actividad humana. Muy fuerte. Y complicado. Porque ello supone un gran esfuerzo. Y un cambio de mentalidad. Y el uso de la inteligencia. Por eso, y para aprender a disfrutar de lo que se tiene, tenemos que querellarnos con una parte importante de la cultura actual, que nos ha llenado de insatisfacción. Y, saborear, sin vacilación, todo lo que la vida ofrece de placentero, algo tan sencillo como la ilusión de amar, la alegría de la salud, la amistad, la entrega a los demás, el disfrute del arte, la exaltación provocada por lo bello...