Yo amaba algo a Doris Day. ¿Se puede decir así, o sea, amar 'algo' a alguien? Siendo más preciso, algo de bastantes algos, pongamos algo de ternura, algo del sexo reprimido de los 14 o 15 años, algo de intimidad deseada. El absolutismo del amor es su perdición, y su relativismo lo hace sostenible. Yo amaba, digámoslo claro, la comedia americana, en la que reinaba Doris. El amor del adolescente que era entonces tal vez fuese equívoco, con alguna adherencia todavía de Edipo (creo que veía en ella también a una joven mamá), pero si nos ponemos puros con el amor éste se nos escurre entre los dedos, pues suele estar hecho de impurezas y un puntito de perversión. Así que su muerte me apena también algo, aunque haga bastante más de medio siglo que ella no formaba parte de mi vida. Me fascinaba su sonrisa, aunque más todavía el brillo de sus ojos, tan poco voluptuoso pero tan prometedor.