Según los últimos datos del INE, durante el año 2017, el número de menores infractores/as se ha incrementado notablemente con respecto al año anterior; 13.643 jóvenes de entre 14 y 17 años han sido condenados/as por sentencia firme, un 5,5% más que en 2016.

Sin duda, nos encontramos ante un dato alarmante. Es necesario, en un primer momento, diferenciar las tendencias violentas de la rebeldía adolescente; el típico «es cosa de niños/as» ha tocado fondo. Tendemos (quizá con demasiada frecuencia) a relacionar la violencia juvenil con las características propias de la edad (rebeldía, búsqueda de la identidad, rechazo de normas y/o autoridad, etc.), cuando realmente estamos maquillando una problemática concomitante al total de la sociedad.

Si nos fijamos, el número de menores infractores/as ha ido in crescendo durante los años de crisis económica (2008-2014), obteniendo un repunte en 2014 y comenzando a disminuir entonces. Así, nos damos cuenta de que la inestabilidad, la frustración, las situaciones de estrés y la incorrecta gestión emocional de ellas derivada son el caldo de cultivo para el nacimiento de conductas violentas entre los/as jóvenes de 14 y 18 años.

De esta realidad nace la Escuela de Inteligencia Emocional y Habilidades Sociales de INCIDE, basada en el modelo de habilidad de Salovey y Mayers (1997). Consideramos que la violencia entre jóvenes puede venir determinada, en muchos casos, por dificultades para gestionar las emociones propias y/o ajenas. Se considera que la Inteligencia Emocional implica, entre otras cosas, la habilidad para regular las emociones que promueven el crecimiento emocional e intelectual.

Se ha demostrado que el entrenamiento de tales habilidades tiene consecuencias positivas en el desempeño de los/as jóvenes: sus relaciones sociales y familiares mejoran, el rendimiento académico se incrementa y su nivel de satisfacción y bienestar con ellos/as mismos/as aumenta notablemente. Así, pretendemos promover la educación de chicos/as con habilidades para gestionar situaciones de estrés y herramientas para resolver conflictos de manera saludable y exitosa, lejos de la violencia. Incidimos, pues, en las tan comunes situaciones de acoso escolar (bullying), agresiones sexuales entre adolescentes, conductas de odio (homofobia, xenofobia, etc.) y cualquier otra relacionada.

¿Cómo? Educando siempre desde el cerebro de quien aprende y no de quien enseña, pues es la única forma de hacer que los contenidos se aprehendan. Los/as jóvenes actuales tienen dificultades a la hora de adaptarse a los métodos educativos tradicionales, por lo que hemos decidido enfocar el aprendizaje socioemocional desde el punto de vista gamificador. De este modo, trabajar la identificación, expresión, facilitación, comprensión y gestión emocional es asumido por el público como una vivencia y no como un aprendizaje teórico más. La introducción de juegos de mesa como metodología para el aprendizaje aparece como una nueva realidad, motivante y divertida, para mejorar las diferentes habilidades socioemocionales que parecen ser un filón para entidades y empresas del futuro.

*Dávila Sánchez es técnica de INCIDE