«Rabbit», un conejo de acero inoxidable y diseño pop, ha alcanzado el record de cotización de obra de un artista vivo (Jeff Koons). Las teorías acerca de por qué se puede pagar por la obra más de 80 millones de euros suelen acudir a sus virtudes simbólicas (un campo en el que el discurso del sentido y los significados no tiene límites), pero para mí vale 80 millones por el hecho de que se hayan pagado 80 millones, sin más, de igual modo que Dios es el que es. ¿Hay instalación artística más expresiva del alma de la humanidad que el hecho mismo de esa veneración icónica? A fin de cuentas el valor intrínseco, la utilidad o la potencia artística del oro no se conocen, y su valor en el mercado o la función en la economía son manifiestos. En el caso del oro lo que vale es la estabilidad del consenso universal acerca de su valor. En el caso de «Rabbit» lo que vale es la fascinación universal de que lo valga.