El ex conseller Andreu Mas-Collell, un profesor con méritos para ser Premio Nobel por sus trabajos en Econometría en Stanford y Harvard, fue rotundo en sus declaraciones al diario Ara: "Votar independentismo no sirve, si no vale para hacer política". Lo dijo a propósito de la no aprobación de los Presupuestos del Estado, lo que nos llevó a elecciones el 28 de abril. Y podría repetirlo esta semana ante el veto independentista en el Parlament a Miquel Iceta, cerrándole el paso a la Presidencia del Senado. Dos errores gravísimos pero no aislados. Es la constatación de que el independentismo no quiere hacer política. Reclama diálogo pero cuando se vislumbra, lo impide.Tiene diseñada otra ruta.

Está demostrado que con la cerrazón de Madrid, o la inacción política, el independentismo crece. Ese es el camino marcado por Junqueras: ampliar la base electoral y ganar el referéndum cuando se consiga. Esquerra Republicana multiplicó diputados con Aznar y progresó con Rajoy. Aspira ahora al liderazgo electoral en Cataluña, en parte por el retroceso, que no desmoronamiento, de Puigdemont; pero en su ascensión tropieza con la recuperación del socialismo catalán. De ahí la nueva vulneración jurídica en la votación parlamentaria del pasado jueves: no se trataba de elegir a un senador autonómico en abierta competencia, sino de tramitar la sustitución del titular en el escaño que correspondía a los socialistas: Iceta por Montilla. Se lo negaron porque un catalán como Iceta, convertido en cuarta autoridad institucional del Estado, era un potente mensaje al nacionalismo que valora la convivencia y que estaría dispuesto a reconsiderar su apoyo a la independencia, si hubiera diálogo de verdad.

Mejor Aznar, o Rajoy, que Pedro Sánchez, porque éste juega a hacer política y eso rompe sus planes. La prueba es que, como respuesta, ha aplicado lo que Enric Juliana en La Vanguardia define como "la teoría de los dos tazas": si no quieren un catalán en el Senado pondremos a otro catalán que no sea Iceta y, además, una catalana en el Congreso. Con estas dos propuestas, consigue Sánchez impactar en Cataluña y enviar un mensaje de eficacia profesional a toda España. Estamos hablando de Meritxell Batet, profesora de Derecho Constitucional, con excelente desempeño como ministra en los frustrados intentos de diálogo con la Generalitat, y Manuel Cruz, independiente, catedrático de Filosofía, experto diputado, con interesantes aportaciones sobre una posible reforma constitucional.

Definitivamente, ante el catálogo de la oferta renovada de la derecha, el independentismo prefiere a Vox. Es la consigna de Puigdemont, a saber, "cuanto peor, mejor". Lo llevan a la práctica fielmente los programadores de TV-3, donde "se caricaturiza y denigra a todo lo que huela a España", como ha escrito el periodista Sergio Fidalgo. Concluye Fidalgo después de repasar la quema de un ejemplar de la Constitución en un plató, o la inadmisible entrevista de acoso descarado a Inés Arrimadas, que TV-3 "es una auténtica estructura de estado" que sirve como "motor del procés". En el programa "Preguntes Freqüents" empezó a destacar como invitado Javier Ortega Smith, número dos de Vox. La pluralidad estaba ausente: varias voces a favor de la independencia, con matices distintos, y una en contra, la de Vox. Ni rastro de alguien de Ciudadanos, Partido Popular o PSC. El arco voltaico garantizado. Factoría de independentismo a producción plena. Como si España fuera Vox. Así mejor.

Mientras, el mundo empresarial catalán reclama desde el Círculo de Economía "una nueva cultura de la negociación y el acuerdo político". Pero en la Cámara de Comercio han ganado los independentistas de la ANC. Votó menos del cinco por ciento de afiliados pero el resultado expresa la profunda fractura en la sociedad, la empresa y la política catalana. Resolver esa falla exige diálogo, pero el diálogo, por ahora, tiene pocos partidarios. Veremos después de las triples elecciones del domingo.