Vote. No dude. No eructe. Vote el próximo domingo 26. No madrugue si no quiere. Hemingway decía que si escribes dos folios al día antes de las diez de la mañana, tienes el día libre. Pero dos folios escritos. Y al cabo de un año, «Guerra y paz». Pues eso. Vote pronto cuando llegue el día y tendrá la jornada libre que tendría de todas maneras a no ser que sea bombero, periodista, autónomo, camarero, interventor, vocal, candidato, policía, ladrón, sepulturero, taxista, médico de guardia, redactor de epitafios, dominguero, ebanista con prisas, futbolista, árbitro o conductor de metro.

Nos jugamos mucho. Sin ir más lejos, o bueno, yendo lejos, nos jugamos el futuro en Europa y, claro, no querrá usted un futuro para sus hijos, o para usted mismo, con una Europa alicaida, temblona o puesta en cuestión por el mundo. Ya nos bastamos los europeos para desmembrar Europa, así que ahora que hemos sustituido las guerras mundiales por elecciones, vote. Mucha gente piensa que Europa está lejos. No se da cuenta de que estamos en ella. Dicen que la UE no vale para nada, pero luego va la UE y promulga normas de no te menees. Y en efecto, de lo que mucho que nos afecta no nos meneamos. Por eso conviene menearse (el verbo está algo desprestigiadillo, lo sé) en pro de una Europa culta y civilizada no cerril ni cerrada, centrípeta y estable.

Los candidatos cabeza de lista de los dos (por ahora) grandes partidos son catalanes, Josep Borrell (PSOE) y Dolors Montserrat (PP), uno acreditado europeista, la otra acreditada españolista. Los sondeos indican una victoria de los socialistas, a los que el gobernar les ha dado un plus, aunque será interesante ver cómo el elector discrimina entre la urna para elegir al candidato de su pueblo (entra el componente personal) y sus representantes para Europa. Todo apunta a un Parlamento europeo variopinto. Tanto, que habrá hasta británicos. Y lleno de grupos que cuestionan la propia existencia de la Unión. Nada raro. En España hay diputados de diputaciones que no creen en las diputaciones y diputados en el Congreso que no creen en España.

Esperamos el día en el que haya miembros de mancomunidades que no crean en el municipalismo, dado que ya se ha producido el caso de algún alcalde que (a juzgar por su gestión) no cree en su pueblo. Votar es un placer sensual. Que solo ejerce una pequeña porción de la humanidad, dada la producción de sátrapas, tiranos, dictadores e incluso caudillos que la historia arroja.

El europeísmo es el no a las fronteras, la política común y el oasis democrático y ya dentro que cada cual luche por hacerla más social o más socialdemócrata o socialista, conservadora o liberal, doctrinas que se suelen alternar pacíficamente en las democracias más asentadas. También asienta el cuerpo votar y con el deber cumplido -si es que, como decíamos al principio, no trabaja- dominguear, luciente mañana, tonificante vermú, comida amical y tarde extensa para surcar la orilla, cansar al sofá, espantar palomas, redactar un dietario, profundizar en el conocimiento sexual de la pareja, darse al gintonerío o ir al cine. Un plan de película. Europeo.