Si hiciéramos caso literal a la neurocientífica Hannah Critchlow habría que suspender de inmediato la campaña electoral del próximo 26-M: tengan por seguro que ningún político conseguirá convencer a ningún votante para que cambie el sentido del voto; ningún candidato logrará persuadir a nadie para que renuncie a sus puntos de vista porque su cerebro luchará tozudamente contra cualquier intento de «transfuguismo». Así lo afirma esta investigadora: «Es muy difícil. Una vez que (una persona) haya construido una percepción del mundo, ignorará cualquier información que indique lo contrario. Tu cerebro ya está consumiendo aproximadamente el 20 por ciento de tu energía, por lo que cambiar la forma en que piensas va a ser bastante costoso desde el punto de vista cognitivo». Critchlow, elegida por el Consejo Científico del Reino Unido como una de las divulgadoras científicas más relevantes del país, acaba de publicar el libro titulado «La ciencia del destino» en el que, de manera resumida, sostiene que todo eso que llamamos destino no es más que la geografía de las conexiones neuronales que chiporrotean en el interior de nuestras cabezas. «A medida que aprendemos más sobre cómo nuestros cerebros dan lugar a la asombrosa amplitud de diferentes comportamientos, vemos que cada uno de nosotros tiene una cartografía única de la mente, como un camino que mapea nuestras elecciones y nuestras fortalezas», indica la científica británica en una entrevista con The Guardian. Nuestras decisiones más libres, subraya Critchlow, no son más que «una ilusión que puede reducirse a lo que nuestro cerebro dice que hagamos» de acuerdo a una «cartografía» neuronal que «aumenta nuestro comportamiento de manera mecánica». Somos como estamos cableados por dentro. Venimos formateados. Somos eso que vemos en nuestro "mapa neuronal" donde, además, también están escritas nuestras tendencias políticas. Hay cerebros de derechas y cerebros de izquierdas. Critchlow echa mano de distintos estudios que han constatado cómo en las personas de tendencia liberal se aprecia un mayor volumen de materia gris en la corteza cingulada anterior, mientras que el cerebro de las personas más conservadoras tiene un mayor volumen de la amígdala derecha. El porqué lo explica la neurocientífica británica para el caso de los conservadores: «La amígdala es el área del cerebro involucrada en las percepciones del miedo. Lo que vemos en la propaganda a través de la historia es que si aumentas las respuestas de miedo de las personas utilizando la manipulación ambiental, es más probable que los hagas votar de forma derechista». Para el lado liberal la explicación es ésta: «Las personas que son más liberales parecen tener una mayor ponderación en la región del cerebro que participa en la planificación futura y en asociaciones más colaborativas. No parecen sensibles a las amenazas inmediatas y están mirando hacia el futuro».