El reciente veto de la empresa norteamericana Google a la china Huawei, impidiendo a los usuarios de ésta actualizar el sistema operativo Android con el que operan, ha desencadenado una importante guerra fría en el mundo de las telecomunicaciones, dado que el gigante asiático es el segundo fabricante mundial de móviles detrás de la coreana Samsung. Ante este conflicto, auspiciado por la decisión proteccionista de la Administración Trump para afianzar a EE UU como primera potencia mundial en dispositivos móviles, Huawei responde esgrimiendo su dominio comercial de aquellos elementos químicos fundamentales para el desarrollo tecnológico. Piénsese que Estados Unidos importa de la pujante China un 80% de los componentes -entre los que ocupan un puesto prominente las llamadas «tierras raras» (TR)- que se precisan en telefonía. Paradójicamente, la única compañía estadounidense que explota estas «tierras» vende gran parte de ellas al país chino. Los integrantes de las «tierras raras» (véase LNE, 11 de septiembre de 2015) más demandados son el denominado grupo de los lantánidos, los cuales ocupan en la tabla periódica los números atómicos comprendidos entre el 57 y 71. Los más demandados como mercancías tecnológicas son los siguientes: lantano (La), cerio (Ce), praseodimio (Pr), neodimio (Nd), europio (Eu), gadolinio (Gd), terbio (Tb) y disprosio (Dy). El yacimiento de "tierras raras" más trascendente del mundo se localiza en la mina Bayan Obo (Baotou), en la provincia norteña de Mongolia Interior, cuyas 120.000 toneladas extraídas el pasado año representan el 71% de la producción minera global. Este estratégico depósito geológico concentra el 95% de los minerales básicos -especialmente cerio- utilizados en este sector. A poca distancia de la urbe de Baotou tiene su sede la empresa «Baogang Steel and Rare Earth», un ciclópeo complejo industrial, lugar donde se halla un lago artificial extremadamente contaminado (calificado como «el peor lugar del mundo»), compuesto de un barro negro derivado de los residuos de un tratamiento metalúrgico -muy poco respetuoso con el medio ambiente- de minerales que incluyen TR en su composición (bastnasita, monacita y loparita). Comenzó a formarse en 1958 y su colmatación se asienta en que el refino de una tonelada de los elementos que allí se benefician origina unos 250 metros cúbicos de aguas con alta acidez y radiactividad, desprendiendo asimismo un repugnante olor a azufre. El resto de TR extraído procede principalmente de otras explotaciones ubicadas al sur de China, Rusia, India o Brasil. De modo que la República Popular China alberga el 47% de las reservas naturales de «tierras raras» y domina el 90% de su manufactura y comercialización. El boom tecnológico ha acrecentado el interés económico de algunos elementos significativos. En la telefonía móvil tipo smartphone se utilizan unos 200 minerales y alrededor de 80 elementos químicos, por lo cual la actividad minera -industria elemental de la civilización humana, con frecuencia denostada- experimenta en estos momentos un enorme auge ya que su utilidad se muestra imprescindible al aportar los productos que hacen falta para el modo de vida moderno (telecomunicaciones, transporte, construcción, electrónica, informática, generación de energía, etc.). En la constitución de los mecanismos electrónicos y en la pantalla de un móvil abundan las TR antes referidas, a las que acompañan otros elementos. Respeto a los primeros enumerados, contienen: cobre, plata, oro, tántalo, níquel, antimonio, arsénico, fósforo, galio, estaño y plomo. En lo tocante a los requeridos para las pantallas cabe destacar al indio, estaño, aluminio, silicio, potasio o itrio. Los microchips están realizados con Nb y Ta que forman parte del «coltán», una miscelánea a base de dos óxidos metálicos, uno de niobio, la columbita, y otro de tántalo, la tantalita, cuyas tres primeras letras de estos minerales construyen el nombre popular que ostenta. El 80% del total mundial se concentra en el corazón de África, donde la República Democrática del Congo se erige como la afortunada con mucha diferencia; le siguen Ruanda, Nigeria, Brasil, China, Rusia, Australia y Canadá. Para producir las baterías de los teléfonos se necesitan litio y cobalto, que componen el electrodo positivo, carbono en forma de grafito para el electrodo negativo y aluminio para la carcasa. Las mayores reservas mundiales de litio (en torno al 85%) se encuentran en los salares de la antiplanicie de América del Sur, en el límite de Bolivia, Chile y Argentina (LNE, 7 de noviembre de 2017). Como ocurre con el «coltán», la obtención más valiosa de cobalto también se logra en Congo Kinshasa, con más de la mitad de las toneladas mundiales; sin embargo es, de nuevo, la República Popular China la que controla las minas africanas al conseguir ciertos derechos sobre ellas, lo que la convierte en la principal elaboradora de cobalto refinado, sustancia clave en la construcción de baterías de iones de litio para los vehículos con motores eléctricos (LNE, 8 de abril de 2019). Como colofón, Pekín parece tener el as en la manga pues monopoliza los minerales imprescindibles para fabricar los dispositivos electrónicos de la revolución digital, lo que representa una posible baza para responder con represalias a los sucesivos aranceles impuestos por Washington a sus productos.