En Villanueva Mesía, Granada, mi pueblo, como en otros miles de pueblos y ciudades, se decide hoy entre unos y otros, o sea, entre la izquierda y la derecha, para reducir la cosa a los bloques que son algo más que eso. En mi pueblo, sobre todo los que éramos críos hace tantos años que las calles aún eran de tierra, que tuvimos la suerte de criarnos en las placetas, en los balates, y en los callejones donde todos nos conocían, circulaban no sólo rumores y chismes sino historias que aunque no fuesen verdad tampoco eran tan disparatadas porque podían ser verosímiles. Como saben, el apodo en los pueblos es una forma entrañable de llamar al vecino, pero también una forma cruel que puede destacar el defecto. A uno de los vecinos se le conocía por el arquitecto. Era apenas un chapuzas, un albañil patoso que trabajaba en lo que fuera para sacar a su familia adelante. Se dice que estando un día pintando la fachada de una casa llegó el chistoso de turno y, a voces, le dijo mirando para arriba, «arquitecto, cógete a la brocha, que me llevo la escalera», y se la llevó. ¿Se la llevó? Esa es la leyenda. Pasados los años, viendo por casualidad en Antena 3 Maestros de la reforma -ah, no, perdón, qué puñeta, los lumbreras del añejo formato lo llaman como los catetos, Masters de la reforma, habrase visto semejante imbecilidad. Tiene perejiles que desprecien en nuestra lengua maestros y adopten la inglesa «masters» -, pues eso, que viendo una noche Masters de la reforma, con los dos equipos en su sitio, con los retos gritados por el maestro de feria Manel Fuentes para el equipo azul y para el equipo verde, con los lloriqueos de unos y la satisfacción de otros, con las jardineras hechas un cristo, con los tabiques a medio enlucir, zas, toma, por si lo habías visto todo, aparece de golpe la absurda Carmen Lomana poniendo caritas, si pudiera luchar contra su enyesada mueca, sentada en una cama con mesita para el desayuno en la habitación creada por los amigos de Elche Javi y Jonathan y oh, que me troncho, la afamada pija dice estar encantada porque desayunar en la cama le pone un ovario mirando al otro, igual que a mí me pone un testículo a garrotazos con el otro cuando la pava suelta que ella no tiene armarios para la ropa sino habitaciones, digo que con esta sarta de gilipolleces me acordé del arquitecto de mi pueblo, un maestro de todo, un chapuzas, un albañil que lo mismo tiraba un tabique que pintaba con cal la fachada de la vecina, y desde luego no tenía ni puta idea de que se pudiera desayunar en mesita baja en la cama ni que los cuartos de dormir pudieran servir para otra cosa.

Esfuerzos baldíos

Por si no lo saben, la cosa va de lo siguiente. Diez parejas de peones luchan entre sí por convertirse en los mejores reformistas e interioristas. Para ello deberán enfrentarse a una serie de competiciones que pondrán a prueba su habilidad, conocimiento y trabajo en equipo. Este lunes los equipos debían reformar un restaurante en Rascafría, pueblo de la sierra madrileña, reforma que abarcaba lo interior y lo exterior. Además hay pruebas de eliminación entre las parejas perdedoras de la prueba por equipos, pruebas que se hacen en el plató y en donde entra el famoso de turno. Si la semana pasada fue la olvidable y pesadísima Lomana, estirada como una goma de mascar, esta semana ha sido la hueca Eva González -La voz, La voz kids, y La voz senior, a falta de La voz fetal, La voz de ultratumba o La voz quinqui, La voz guasona, La voz choni o La voz cerda- que pidió que le diseñaran una habitación infantil. Creo que se quedó contenta, pero servidor no resistió la prueba y abandonó antes de que el cerrojo del programa, largo como el enfado perpetuo del naranjito Rivera, echara el cierre hasta el próximo programa. Es que no me hallo. No me conmueve nada de lo que pasa ahí, como me pasaba con Maestros de la costura, y eso que el cascarrabias del dedal fetén, don Lorenzo Caprile, ponía de su parte. Hay programas que pasan a tu lado como si pasara un ejército de helados guerreros mudos, de leves libélulas que ni cosquillas te hacen. Antena 3 se lo ha currado con Maestros de la costura, pero para este espectador es un esfuerzo baldío. No me toca. Ni la parte reformista ni la de las tensiones entre los equipos y el jurado de expertos. Casi al mismo tiempo que estoy con esto asoma su casco naranja, ofuscado y beligerante, el tipejo Trump, que coge el mazo de la guerra económica y la emprende a golpes contra el tabique del chino Huawei dando inicio a una contienda que ha abierto informativos en todo el mundo. Pero hete aquí que el capullo se la ha envainado porque las empresas norteamericanas que tenían tratos con el gigante asiático le han llamado al orden y la prohibición de comerciar con la empresa de telecomunicaciones se retrasa otros 90 días. O sea, imbécil, cógete a la brocha que me llevo la escalera.

Manuela y Manel

Y como a Manuela Carmena, en plena campaña electoral, le ha vuelto a poner ruedas en el camino el PP de la comunidad de Madrid para aprobar el proyecto de casas para jóvenes, empresas y zonas de ocio y deporte bajo el llamado Madrid Nuevo Norte, le aconsejo que se presente a Antena 3 con el proyecto bajo el brazo para que los equipos de Masters de la reforma le den un empujón a la idea, que con cámaras delante hasta los gallitos del partido ultra del mulo y las pistolas contestan con serena educación. Y como los de Zapeando, la purita competencia de Risto en La Sexta, están en todo, han creado estos días una sección que se llama El mejor alcalde. Ante un móvil, la gente graba lo que haría si fuese elegido. Un chico joven dice que los lunes dará cerveza gratis. Una chica, que vetaría el reguetón, que ni Maluma ni puñetas. Una mujer mayor, que si llegara a ser alcaldesa daría desayunos gratis a los pensionistas. Y otro jubilado que llamaría a Manel Fuentes para que arreglara las baldosas de las aceras, y que si está escondido por ahí que vaya rápido cuando lo llame. O sea que sí, que Masters de la reforma no está en mi lista de favoritos, pero está claro que el chapuzas, el que sabe de esto y lo otro, el albañil manitas, como el de mi pueblo, es seguido y cortejado. Yo, por si acaso, no me subiré a la escalera.